SUMO, UN DEPORTE DE DIOSES (IX)

Harumafuji se vio obligado
a abandonar el sumo
Mi reseña anual dedicada al mundo del sumo profesional, se podría resumir en el siguiente titular «Los escándalos continúan», y es que para un deporte tan tradicional y protocolario en Japón, que lo extradeportivo supere a lo deportivo es mala noticia. Los japoneses que presumen de ser unas personas educadas y ceremoniosas no conviven bien con el hecho de que este deporte se haya convertido en una profesión con algunos mercenarios y esté perdiendo esa pátina de seriedad, de vida intachable, casi de deidad que se le ha otorgado históricamente a los luchadores de sumo.

La penúltima sacada de pies del plato la ha protagonizado el yokozuna mongol Harumafuji (ya exyokozuna), puesto que a principios de otoño mientras comía en un restaurante junto con otros luchadores y en medio de una discusión que se salió de madre, propinaba un botellazo en la cabeza al también mongol Takanoiwa sufriendo este una fractura craneal. Esto desencadenó todo un torrente de discusiones y polémicas que desembocó con la retirada (forzada) del gran Harumafuji, privándonos a los amantes del sumo de un gran luchador; mermado a lo largo de su carrera quizá por su falta de centímetros y de peso, que compensaba con una magnífica calidad técnica. Harumafuji se va del sumo habiéndose apuntado nueve torneos oficiales en su hoja de servicios.

Aquella polémica también salpicó al antiguo yokozuna Takanohana, estrella de la década de los 90, puesto que Takanoiwa era pupilo suyo, de su heya. A Takanohana lo destituyeron el pasado mes de enero de la Asociación Japonesa de Sumo (Nihon Sumo Kyokai), máximo órgano de representación y decisión del sumo profesional, y en unas recientes elecciones para volver a forma parte de la misma, no consiguió los apoyos suficientes ante la pérdida de confianza generada en las altas instancias de este deporte.

La última entrada que realicé el pasado año sobre sumo, allá por febrero de 2017, venía impregnada con la buena noticia del encumbramiento de Kisenosato, el mejor sumotori japonés de la actualidad, probablemente el más querido de la afición nipona, por su regularidad y por ser una especie de «pupas» que siempre se quedaba a las orillas de todo. Después de muchísimos, tal vez demasiados, segundos puestos en el Torneo de enero de 2017 conseguía su primer yusho y su ascensión a yokozuna, deseoso estaba de tomar esta decisión al respecto el Comité de Deliberación de Yokozunas después de tantos años de sequía nipona y que ninguno de sus nacionales ostentara el más alto grado de este deporte, tras la emersión de los luchadores mongoles en estos últimos quince años.

Kisenosato era nombrado yokozuna a finales de enero del pasado año y para no dar lugar a habladurías, pues era un título muy merecido, conseguía alzarse con el título de forma inapelable en el Torneo de marzo, más de quince años han tenido que pasar para que un yokozuna nacido en Japón volviera a alzarse con la Copa del Emperador, y que repitiera ya hay que remontarse muchos años más atrás. A partir de ahí y lamentablemente, las lesiones no lo han respetado y no ha conseguido finalizar un torneo hasta la fecha, sufriendo el que yo denomino «mal de los yokozunas», mal que ha afectado con especial virulencia a todos los yokozunas en este 2017 y primer torneo de 2018. Y es que no perdiendo el grado por incomparecencia o lesión, los yokozunas no fuerzan nada, cosa que sí ocurre en otros grados (salvo el de ozeki que también tiene unas reglas algo más relajadas).

A este respecto, de Harumafuji no hablamos porque ya está fuera de combate aunque fue el más regular de los yokozunas. Kakuryu no ha terminado cuatro de los últimos seis torneos, en dos de ellos ni compareció. Y en cuanto a Hakuho sigue siendo la piedra angular, todo gira en torno a él, si él está es bastante dominador, aún lo sigue siendo y con 32 años le quedan algunos años de control, para muestra un botón de los últimos seis torneos no finalizó tres (en uno de ellos no participó por lesión), pero en los otros los ganó, es decir, que cuando está él no deja que nadie meta los pies en el plato.

Bien se tienen que guardar el mongol Kakuryu y el japonés Kisenosato de no ser tan inconsistentes, tratando de curar bien sus lesiones, porque como no puedan comparecer en un par de torneos más, mucho me temo que los rectores del sumo los van a «invitar» a que se retiren, puesto que no hay posibilidad de degradación en el máximo rango del sumo. Sinceramente a mí me gustaría que Kisenosato recuperara su estado de forma porque es un luchador serio que le da mucho juego al sumo en este siglo XXI.

Con tanto lío de lesiones, hubo ganancia de pescadores y precisamente en el último torneo disputado, el de Año Nuevo, con el único yokozuna compitiendo hasta el final, Kakuryu, la sorpresa la cosechó el sumotori georgiano Tochinoshin (Levan Gorgadze) que merced a su regularidad y a la fuerza de sus brazos conseguía un histórico yusho para su país. ¿Podrá llegar a más? Es difícil de pronosticar, potencial tiene desde luego para poder llegar al menos a ozeki, pero bien es verdad que siempre le ha faltado regularidad, ha ido enlazando buenas actuaciones con otros torneos en donde bajaba el nivel de forma evidente.

La ganancia de pescadores ha tenido más onda expansiva, sobre todo en el capítulo de los kinboshis, es decir, premios especiales para los maegashiras que consigan una victoria ante un yokozuna, y el 2017 ha estado plagado de estos premios. En la época en la que Hakuho era más joven y competía también su compatriota Asashoryu, estos cedían muy poquitas estrellas doradas. Hoy los kinboshis se cotizan a la baja y parece que ya no impone tanto enfrentarse a un yokozuna porque los luchadores de la clase media saben que ahora es más fácil que nunca lograr esa victoria de prestigio.

Takayasu
Uno de los grandes beneficiados de 2017 fue Takayasu que tras tres buenos torneos, en julio era nombrado ozeki. Takayasu aún no está en la treintena, está en el cénit de su carrera deportiva, y no es descartable que esté un tiempo manteniendo el rango para darle una vuelta de tuerca a su compromiso y tentar la posibilidad de ser yokozuna dentro de un par de años. Takayasu tiene muchos rasgos técnicos y antropométricos parecidos a Kisenosato, y como curiosidad cabe señalar que su fisonomía no es la de un japonés, es moreno y sus rasgos no son muy «achinados», y es que su madre es filipina.

Con cuatro yokozunas hasta hace poco, ahora tres, el rango de ozeki tiene menos inquilinos, algo que no ha sido nada habitual en los últimos años, y al cierre de este artículo solo tenemos dos, el referido Takayasu y un Goeido que ya se ha aposentado en ese rango y no se atisban cambios en el futuro. Esta merma de efectivos se ha verificado con la pérdida de rango del joven y talentoso luchador mongol Terunofuji, las lesiones, enfermedades y una disminución evidente de su forma física y de ¿su motivación?, lo han hecho caer en el escalafón, de tal forma que en el Torneo de marzo lo hará desde la segunda categoría del sumo, Juryo. Desde luego el bueno de Teruno tiene mimbres para ser un gran luchador; es joven, tiene 26 años y le queda recorrido para recuperar su estatus pasado; cabe recordar que con 23 años consiguió de brillantísima forma la única Copa del emperador de su carrera.

También fue degradado lastimosamente Kotoshogiku del rango de ozeki, justo un año después de su título en enero de 2016 que rompía una racha de más de una década sin victorias niponas, mostró una disminución de su nivel competitivo tal que ahora se arrastra por el rango de maegashira y, o se esmera un poco, o se va a ver obligado a abandonar el sumo más pronto que tarde.

Y viendo los antecedentes esto es lo que nos depara el 2018, no voy a detenerme excesivamente en los jóvenes, puesto que Japón lleva años esperando la irrupción de una grandísima figura, y lo cierto es que hay buenos luchadores que son muy capaces en las categorías inferiores, donde prácticamente se pasean, pero en cuando llegan a las dos categorías de arriba se dan un golpe de crudísima realidad, y es que no tienen la suficiente competitividad para llegar hasta lo más alto con garantías. Ahora mismo al único sumotori que veo con cierta regularidad es a Mitakeumi que a sus 25 años se ha posicionado con cierta solvencia en el rango de sekiwake (el tercero en importancia), lleva siete torneos seguidos con balances positivos (más victorias que derrotas), y en cuanto tenga un pelín de impulso podría acceder a ser ozeki; con tan poca oposición en los rangos altos, no es descartable que en menos de un año pudiera alcanzarlo.

Y esta es la realidad, tal vez el nivel del sumo esté bajando algo, pero los torneos por esa endeblez de los dominadores, que alternan sus problemas, provoca que los torneos sean más abiertos, hasta cierto puntos más emocionantes, dado que el resultado final se antoja cada vez más incierto; en fin, por resumir, todo ello hasta que Hakuho quiera.

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