EL TAPIZ DE LA CREACIÓN DE GERONA, LA PRIMERA HOJA BLOQUE DE LA HISTORIA POSTAL ESPAÑOLA

Cuando era un niño y comencé mi pasión por el coleccionismo de sellos, mi mente era capaz de recordar cada sello nuevo, cada objetivo resuelto, cada hito alcanzado. No tenía la memoria eidética de Sheldon Cooper, pero me sorprendía cómo podía recordar algo de cada sello que formaba, en aquel momento, mi colección.

La historia evidentemente tenía truco y es que la colección era bien escueta en ese momento y el disco duro de mi mente estaba tan vacío que cada recuerdo nuevo entraba haciendo surco. Lo curioso de esto es que no pocos de esos sellos que conformaron mis primeros pasos en la filatelia siguen teniendo un recuerdo casi intacto en mi memoria, y ahora sí me puede sorprender incluso más que antes porque ya han pasado bastantes años.

Realmente del montante actual de mi colección sería imposible materializar un recuerdo, y es que mucha gente me ha preguntado cuántos sellos, aun repetidos, tengo; y puedo decir que perfectamente dispondré de no menos de medio millón, de los cuales merecen la pena pocos desde el punto de vista económico, aunque para mí tienen un importantísimo valor sentimental.

Sirva este preámbulo para conectar con una historia que sigue fijada en mis neuronas y que rescato para tratar sobre una variable de la filatelia como son las hojas bloque.

Una hoja bloque es un sello pero también es algo más, técnicamente podríamos definir este efecto postal como una modalidad de emisión en la que el sello o sellos se insertan en una pequeña plantilla, a veces en blanco o no, a modo de marco, y amén de tener un destino propio para el tráfico postal, suele tener un fin decorativo o plástico, de tal forma que casi suele ser terreno abonado para los filatélicos y filatelistas (son denominaciones de lo mismo, aunque con sus matices).

El destino postal queda un poco en tela de juicio porque es, de algún modo, un pequeño pliego que contiene uno o varios sellos y para utilizarlos, casi necesariamente hay que romper la hojita. No está limitado su uso completo, es decir, pegándose la hoja bloque entera, pero esta salida solo se da en el caso de coleccionistas que tengan interés en que esa hojita circule así, aunque obviamente para eso se necesita un sobre más grande que el de una carta normal.

Dentro de las hojas bloque se pueden definir variantes, de acuerdo con lo referido un poquito más arriba, si contiene uno o varios sellos, y también si el marco forma parte del conjunto o es blanco o monocolor sin relación con los sellos que contiene.

Y aquí es donde ya retomo con mi historia de la infancia, porque la primera hoja bloque que apareció en mi vida, fue casualmente también, la primera hoja bloque moderna, por así decirlo, de la historia filatélica o postal española; me estoy refiriendo a la hoja bloque del Tapiz de la Creación de Gerona, cuyo primer día de emisión fue el 25 de octubre de 1980.

¿Qué tenía de particularidad esa hoja? Pues que fue la primera en España que se hacía con un marco que era una continuidad de los sellos. Sí que había habido otras hojas, incluso en ese mismo año, y antes, sorprendentemente también durante la Guerra Civil, aunque bien es cierto que las hojas bloque desaparecieron de las emisiones como tal durante más de veinte años, en concreto, en la década de los 60 y 70. Esas hojas emitidas durante la Guerra Civil contenían sello pero la inserción no era dentada, por lo que estaba destinada al coleccionismo y, de hecho hoy, son piezas muy raras y con un coste bastante elevado.

Bien pues aquel tapiz se insertaba en una hojita y se dividió en seis sellos dentados, no contenían ninguna viñeta o sello sin valor postal, y cada uno de esos sellos estaba lleno de color, no tenía marco, probablemente también la primera vez que ocurría en la historia filatélica española. Había tres pequeños por valor de 25 ptas. cada uno y otros tres largos de 50 ptas. cada uno; en total la hoja bloque costaba en aquel año 225 ptas., una fruslería hoy día. Por cierto, conseguirla a precio actual seguro que no excede los 2 euros, poco más del valor facial (los sellos en ptas. se han depreciado bastante, porque si se quisiera no se pueden utilizar en el tráfico postal).

Lo interesante de aquella década de los 80, también de los 70, es que se vivía en España una época dorada de la filatelia, impensable que vuelva en el siglo XXI en nuestro país, y las tiradas eran extensísimas, hasta el punto de que el número de efectos emitidos de esta hoja bloque fue de 6 millones. Tal difusión de la tirada, cabe recordar que el sello dentado era casi la única forma de franqueo en esos años, permitía llegar, y de hecho llegaba, a cualquier estafeta postal de nuestro país.

El caso es que yo me enteré, porque antes los sellos se ponían en circulación de una forma efectiva a los pocos días de emitirse, de que en las cartas que yo conseguía había sellos del tapiz, y recuerdo pedirle las 225 ptas. a mi padre, que para un niño era una pasta y me da hasta cierta vergüenza pensar que me concediera este caprichito, pero mi padre confiaba en mí. Y la adquirí en la oficina postal de Begíjar durante la Navidad de aquel 1980, apenas un par de meses desde su emisión, y es que cualquier pueblo de provincias contaba con todas las emisiones de sellos, había cierta regularidad en su distribución, y funcionaba bien su circulación.

Por supuesto, que conseguí y a día de hoy sigo teniendo, los sellos sueltos y matasellados del conjunto del Tapiz de la Creación, algo impensable hoy, porque la mayoría de las cartas, de las pocas cartas que se envían o se reciben, van con el «franqueo pagado», motivo verdadero por el que murió el sello clásico.

No digo una mentira al afirmar que aquella hojita es de lo más entrañable que he tenido en mi colección, por aquello del valor sentimental que siempre reivindico. Bien es cierto que la ortodoxia nos dice a los coleccionistas que un buen filatélico debe contar en su colección con una hoja bloque completa y otra separada. Así es, puesto que en el álbum Torres que es al que yo estoy suscrito, cuenta con dos hojas para ambas disposiciones, y yo adquirí una nueva hoja bloque para tal fin y, por supuesto, ni me acuerdo cómo la conseguí, no tenía nada de especial, como no tiene casi nada de especial lo que adquiero hoy día.

Quizás habría que analizar, por no decir elucubrar, acerca del porqué fue ese (el Tapiz) y no otro el motivo que tuvo el privilegio de ser esta primera hoja histórica, como yo la he calificado. Y hay que plantearse esto, probablemente, porque no sea un motivo conocido, es más, no lo es pese a que estemos ante una joya única en España y de las pocas de ese carácter en el mundo.

El Tapiz que se encuentra en Gerona, tiene unas dimensiones espectaculares (3,58 x 4,50 metros), y está ubicado en el Museo catedralicio de la Catedral de esa ciudad. Data del siglo XI, es decir, que es románico, aunque otras versiones dan fechas anteriores o posteriores. Tiene una temática religiosa. Los expertos dicen que no es propiamente un tapiz, aunque se denomine así, toda vez que está hecho de lana y muy probablemente su destino original no fuera el de estar expuesto en una pared, sino que más bien pudo ser una alfombra, o incluso otros añaden que pudo servir de baldaquino en el altar de la Catedral. Su estado de conservación es razonablemente bueno, aunque en nuestra época contemporánea se somete a constantes restauraciones y está conservado en una urna especial.

La belleza, colorido y riqueza de los motivos darían para escribir un extenso libro y sinceramente este no es mi cometido, pero juraría que un escaso porcentaje de la población española conoce esta obra de arte tan singular. ¿Las razones de su desconocimiento? Una quizá sea una generalizada incultura, pero esa es una asignatura pendiente; otra razón tal vez más subliminal sea el odio mutuo que se ha generado entre catalanes y resto de españoles, ¿culpables?, eso mejor dejarlo para otro debate, pero parece que lo que viene de Cataluña interesa ahora menos que antes, y esta joya seguirá siendo patrimonio visual de unos pocos.

Para terminar con un simple dato histórico relativo a las hojas bloque, la primera que se configuró como tal es una emitida en Luxemburgo en 1923.

Y, por cierto, para rematar dando caña a Correos, las emisiones de hoy día, de este joven siglo XXI, en España, en lo que a hojas bloque se refiere son demenciales. Visto que su uso en el tráfico postal es inútil, no dejan de ser, en consecuencia, piezas para los sufridos abonados, como yo, del Servicio Filatélico Nacional. Y que, además, por aquello del porque yo lo valgo, como bien dice un buen amigo mío, él sabe de quién hablo, cada hoja bloque es un «chumbazo». No solo cuestan una pasta por mucho valor facial que sea, que no sirven para una carta normal precisamente, sino que además los sellos insertos en ellas suelen ser de formas no cuadradas, con lo que ya se advierte que no tendrá un destino postal. Y es que no me canso de repetir, y este es un mensaje que los amantes de la filatelia sabemos, una hoja bloque nueva puede costar lo que cueste, pero una hoja bloque circulada, matasellada, debiera costar mucho dinero, básicamente porque no las hay.

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