"LA CHICA DEL ABRIGO AZUL", DE MONICA HESSE

Lectura moderada de verano, así se podría calificar esta novelita que me ha acompañado durante un par de semanas en mis tardes de estío. Y moderada debe ser la calificación final porque las expectativas que anunciaba la historia, al final no han estado a la altura y me ha dejado un sabor un tanto agridulce. Fácil de leer, bien es cierto, no tiene una gran extensión, pero aun así, me ha parecido que divaga mucho y que el desenlace es tan rebuscado como inverosímil.

Hanneke es una joven que vive en la Holanda ocupada por los nazis en plena 2ª Guerra Mundial, 1943 concretamente y en Amsterdam. En un escenario de opresión y penurias, la protagonista tiene el extraño oficio de encontradora de cosas, una especie de estraperlista o facilitadora de pequeños lujos para aquellos que tienen algo que ofrecer a cambio, generalmente dinero. Con su bicicleta, tan típica del país holandés, Hanneke mueve sus hilos para que las peticiones de su clientela sean debidamente cubiertas y que cada cual pueda tener su pequeño exceso entre tanta escasez: cigarrillos, chocolate, café, un perfume... La joven tiene oficialmente su oficio en una funeraria, donde el señor Kreuk ampara la libertad de movimientos de su empleada.

Es todo un ejercicio de astucia y sagacidad el que tiene que llevar a cabo cada día Hanneke para no solo conseguir lo que le pide su clientela, sino que además debe hacerlo con la suficiente discreción para pasar desapercibida ante los soldados nazis, aunque bien es cierto que alguna vez se encuentra en la tesitura de tener que tirar de su arsenal de excusas o mentirijillas, incluso de ciertas dotes de seducción, para librarse de ellos.

Una apacible aunque arriesgada rutina diaria se verá alterada cuando una de sus clientas, la señora Janssen le propone encontrar algo muy diferente a un producto del estraperlo, en concreto a una persona. La joven Mirjam, perteneciente a una familia judía, se encontraba oculta en esa casa hasta hace unas horas, cuando ha desaparecido de una manera de un tanto extraña, y lo que es peor su desconocido paradero la ponen en una situación de grave riesgo porque es objetivo evidente de los nazis. La señora Janssen le propone que encuentre a Mirjam antes de que lo hagan sus enemigos.

Hanneke, medio acostumbrada a una vida extraña pero rutinaria, que vive con sus padres dentro de lo apacible que puede ser una contienda bélica, inicialmente no querrá abandonar ese espacio ideal de su quehacer diario y no accederá a ese encargo, pero tardará pocas horas en reaccionar, su innata audacia le obliga a embarcarse en una aventura de insospechadas consecuencias.

Esa seguridad, tal vez letárgica, de lo conocido dará paso a un nuevo horizonte para Hanneke, capaz de conseguir casi cualquier cosa en el mercado negro, pero incapaz de hallar a una joven de la que poco más se sabe que su nombre y que vestía un llamativo abrigo azul.

Y es que a Hanneke, que aún es adolescente, se le reviven los recuerdos de su novio Bas, el cual se fue a la Guerra casi porque ella lo conminó, y mientras estos sentimientos están a flor de piel, tiene la necesidad de resarcir su memoria y a la sociedad, y puede ofrecer algo más que el simple avituallamiento a familias con ciertos posibles.

La aventura de la búsqueda de Mirjam se convertirá pues, en la chispa que moverá un enorme engranaje de favores; eso hará que tenga que acudir a la comunidad judía y a la organización que clandestinamente todavía funciona para realizar sus pesquisas. Hanneke comprobará que más allá de la búsqueda de una joven, la organización se mueve en favor de la colectividad, su objetivo es salvar al mayor número de personas.

La protagonista se dará de bruces con la realidad, esa realidad que es impensable para una joven con sus papeles en regla (no es judía), pero que no comulga con la ocupación nazi, y no tiene más remedio que colaborar con la «resistencia», mediante el intercambio de favores. Son otros jóvenes que viven en primera persona los avatares de pertenecer a otra etnia y estar señalados para el peor de los finales.

Con no pocas dificultades llegarán a dar con Mirjam, el Schowburg es el escenario inopinado (un teatro real de Amsterdam) en el que se centralizan las deportaciones de los nazis en dicha ciudad, y son informados del momento en que van a ser sacados de allí y conducidos por las calles del centro para su traslado a un campo de concentración. Hanneke y sus nuevos amigos montarán todo un dispositivo para intentar rescatar a Mirjam y un cochecito de bebé que contiene una cámara de fotos clandestina con imágenes que pondrían en peligro a toda la resistencia.

La autora de esta novela, la estadounidense Monica Hesse, pese a que el libro no es extenso, se anda un poco por las ramas hasta lanzar la trama principal, y ahora en pocas páginas nos ofrece un desenlace inesperado y que a mí no me convenció, demasiado liado, rebuscado y, a la postre, claramente con signos de irreal. Bien es cierto que la obra es inventada pero en el desenlace se suceden personas que no son quienes eran, otras que no son quienes dicen ser, traiciones, secretos y, al final, muerte; muerte de inocentes fuera del bando que fueran.

El desenlace, del que no quiero desvelar su contenido, se revela como un giro que aunque, como he señalado antes, es inesperado, por el momento en que se obtiene la información principal y a la vista de que todavía hay páginas por leer, ya sabemos qué es lo que va a ocurrir, tan solo queda saber los porqués.

Señala Monica Hesse en su epílogo que se ha ilustrado para hacer la novela con un sinfín de documentos de la época, que ha contactado con holandeses para ambientar el Amsterdam de la 2ª Guerra Mundial, y esa sensación sí que la da, de estar concienzudamente escrito. Los personajes parecen demasiado maduros para ser adolescentes, de hecho, ella refiere que su idea inicial era que estos fueran adultos, pero uno de sus editores sugirió el cambio. Y principalmente, una Mirjam oculta en un escondite secreto de un armario de la señora Janssen, se inspira en la joven Ana Frank que se refugió junto a su familia durante dos años en un escondrijo de una vivienda de la capital holandesa.

Monica Hesse recibió en este año el Premio Edgar a la Mejor Obra para Adulto Joven por esta novela, tal vez el jurado haya visto mucha intrepidez en los jóvenes que la protagonizan, pero el final a mí me falla, me ha faltado algo, es como si se careciera de más esencia, jugo, como si los personajes no terminaran de encajar con el escenario. La he visto, en general, un pelín suave, tal vez ñoña, o a lo mejor era el momento en que la leí.

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