"LA ESPAÑA DE LOS BOTEJARA", LA ESPAÑA DE LA TRANSICIÓN SEGÚN AMESTOY

No desvelo ningún secreto si afirmo que, a veces, para escribir estas entradas, se me enciende la bombilla por alguna suerte de serendipia que me hace tomarme el mundo que me rodea con mayor simpatía.

Pues para los que me conocen saben que soy amante del deporte y de determinados de ellos en particular, pero precisamente del que menos he hablado en esta bitácora, o nada, es de aquel al que probablemente dedico más tiempo de atención en mi vida, el balonmano. Y tengo un defecto en lo que a deportes se refiere, y es que soy un fanático de los datos, pero no de cualquier dato, sino de aquellos que no tienen importancia alguna, que no me sirven para nada. Internet te permite mirar los resultados de las ligas más exóticas del mundo, o las actas de todos los partidos de las diferentes ligas autonómicas de España. Escondido en un acta, creo que de un equipo gaditano, apareció hace unos meses un singular apellido, «Botejara», esto me recordó que yo veía de pequeño una serie de televisión que tenía como protagonista a una familia con estos apellidos.

La serie se llamaba «La España de los Botejara» y la dirigía, presentaba y lideraba Alfredo Amestoy, y con aquello de la globalización de Internet, es fácil revisionar hoy la serie. Lo cierto es que tenía una vaga idea de su temática, me sonaba a una familia ancestral con una genealogía detrás que revelaba acontecimientos históricos reseñables.

Pues no, no sé por qué razón llegaron a dar con esta familia, el caso es que el apellido Botejara no tenía más que eso, que era un apellido poco común y especialmente sonoro, probablemente para diferenciar de los Pérez, García o López, pero se trataba de una familia tipo española, y lo que se pretendía, a través de ella, era radiografiar a la clase media española en 1978 en un momento clave de nuestra historia reciente como era el nacimiento de la democracia y el transcurso de las primeras fechas de esa bien llevada transición.

Se comenta que al equipo que capitaneaba el popular y carismático Alfredo Amestoy, tardó no menos de dos años en hacer las grabaciones de esta serie documental que contó con diez capítulos de tres cuartos de hora aproximadamente de duración cada uno.

Si hoy hubiera que emitir esta serie, desde luego no se echaría en el desacertado momento en que se programó, en la segunda quincena de agosto de 1978. Es consabido que las televisiones actuales, incluida la pública, suelen emitir bastante morralla entre julio y agosto, dado que son meses donde el consumo de productos televisivos baja bastante. Imagino que a TVE, la única tele en ese momento, le daba igual esto, o no entraba en estas diatribas, toda vez que tampoco había nadie con quien competir, y esto sería como las lentejas...

En todo caso, el documento es más valioso ahora, si cabe, que en el momento de su estreno. Sorprende que TVE no haya hecho ninguna reposición y que esta serie haya caído en el olvido más absoluto porque se pueden sacar numerosas lecturas.

Ya digo que con el apellido Botejara, del que probablemente hubiera y hay pocos individuos en España, se percibió que la raíz de ellos estaba concentrada en Extremadura y más en concreto en un pueblecito del noreste de esa región, Villanueva de la Vera. Esa familia prototípica representaba a muchas otras de esa época, yo pertenezco a una de ellas; familia de extracción humilde, procedente de zonas rurales y dedicada tradicionalmente al campo que emigran a la ciudad en busca de una vida mejor.

Los Botejara mantienen algunos de sus miembros en Villanueva de la Vera, pero la mayoría han emigrado a Madrid, País Vasco, Cataluña, Mallorca o Alemania, para trabajar en diversas profesiones: ordenanza, taxista, empleado de fábrica, hostelería, barbero...

El programa era bastante errático en su contenido porque no tiene un hilo conductor predefinido, se tratan muchos temas y se saltan de unos a otros incluso en el mismo capítulo, pero intentar abordar todos los asuntos que pudieran preocupar o llamar la atención de una familia española de esos años, ya fueran de interés nacional o simples cuitas del quehacer cotidiano.

Sorprende que algunos temas, tal y como son tratados y opinados, serían casi una copia fiel de lo que se podría opinar hoy, otros no tanto. Y es que subyace un poso a lo largo de toda la serie que es el de la crisis y el miedo al futuro. Estamos en una España que se levanta tras décadas de dictadura y la preocupación de los Botejara (de los españoles) es ver si se superan los momentos difíciles y si todos pueden sacar a sus familias adelante y colocarlos en el futuro en las mejores condiciones. Están hablando de crisis y eso me hace plantearme que España siempre o casi siempre ha vivido en un estado permanente de crisis, y no debería sorprendernos tanto la última que tuvimos, la cual notamos todavía su onda expansiva.

Resulta curioso que habiendo pasado en 1978 apenas tres años desde el fin de la dictadura y uno desde las primeras elecciones democráticas, también se desprende que los españoles nos hemos adaptado muy bien a la democracia, el rey Juan Carlos está muy bien visto, y da la impresión de que, aun siendo un bebé todavía, todos estamos contentos, con escasos rencores con el pasado y aplaudiendo un futuro político del que existe el convencimiento de que nos va a traer cambios a mejor, como así sucedió.

Amestoy repasa en un versátil abanico la España de finales de los 70: política, educación, separatismo, trabajo..., pero también, como señalaba antes, aspectos más cotidianos: la vida en el campo y en la ciudad, la cesta de la compra, los viajes, los coches, el fondo de armario, el sexo, etc.

Si hay algo que llama la atención de esta serie hoy, con la perspectiva de casi cuatro décadas en el horizonte, es que Amestoy fue habilidosísimo para sacar en dos años unas declaraciones increíbles de sus anónimos protagonistas. Y es que «La España de los Botejara» se erigió en una suerte de «Gran Hermano», donde imagino que a base de horas y horas de grabaciones, al final los Botejara y su entorno parecían sentirse ajenos a la existencia de las cámaras, se abren y dicen algunas cosas que hoy nos pondrían los vellos de punta. Sospecho que tampoco se le daba la trascendencia que hoy se da a la televisión, donde cualquier declaración fuera de tono es inmediatamente acentuada hasta el extremo en las redes sociales, pero lo cierto es que en esta serie se soltaron algunas lindezas de forma gratuita que si sus actores las oyeran a toro pasado también reconocerían las barbaridades.

Probablemente lo que más impresione hoy es que despuntan las declaraciones machistas, y ahí sí hay que decir que en cuarenta años hemos cambiado bastante en España aunque no estemos todavía en condiciones ideales. Una mujer reconoce sentirse muy satisfecha con llevarle el café todos los días a su marido a la cama. Otro hombre suelta veladamente que visita mujeres de vida alegre, porque le gustan mucho, ¿es que su mujer no vio el programa? Y un par de Botejaras, tras ver una película de Emmanuelle, quizá sofocados por el fragor de la batalla, afirman que eso de hacer intercambio de parejas no está nada mal y que debiera ser algo normal.

La serie culmina con la boda de la primera bisnieta de los Botejara, en Barcelona; una joven huérfana de padres que vive con sus tíos, pero que tiene dos hermanos pequeños en instituciones benéficas extremeñas y que anhela traérselos cuando se case (no trasciende si lo logra). Esta pareja se casa por la Iglesia no sin antes reconocer a la pregunta de Amestoy de ¿crees en Dios?, que no por parte del novio y que un poco por parte de la novia. O sea, España radiografiada con absoluta perfección.

Por cierto que el primer Botejara en Villanueva de la Vera no era oriundo de allí, uno del pueblo afirma que venían de la comarca extremeña del Jerte, y uno de sus nietos señala que probablemente el primer Botejara viniera de Génova (Italia), a la sazón médico, para estudiar el paludismo en Extremadura y ya se quedó. Me he preocupado mínimamente de hacer una investigación de diez minutos en Internet, buscando apellidos parecidos en Italia y nada. Sí que aparecen Botejaras en Extremadura, y pienso que el apellido es originario de allí sin poder precisar la zona.

Amestoy era en aquellos años un personaje televisivo muy conocido y sorprendentemente con el mismo bombo y énfasis con que apareció, se esfumó. Alfredo Amestoy vive y sigue colaborando a nivel periodístico, pero su aspecto y su voz infinitamente parodiada abandonaron la televisión como si jamás hubiera existido.

Una anécdota más, en algún momento de la serie, varios protagonistas utilizan el vulgarismo «probalidad»; yo hacía años que no lo escuchaba, es más, pensaba que solo estaba en mi subconsciente y que jamás lo había oído. Y es que esta palabra se usa como sinónimo de probabilidad, pero también de prevención o previsión.

La serie que tenía la banda sonora del prohombre de las músicas televisivas durante muchos años en España, Antón García Abril, contaba con la canción de cabecera titulada «¿Dónde van los Botejara?», con letra del propio Amestoy e interpretada por el cantautor extremeño Pablo Guerrero. Y decía en su estribillo, «¿dónde van los españoles?, ¿dónde van los Botejara?», indicativo evidente de qué pretendía Amestoy con esta serie documental.

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