Y EL RUGBY, SIEMPRE EL RUGBY

Pues resulta que repasando mi blog compruebo que he tocado incidentalmente un deporte que, a día de hoy, probablemente sea de los que me apasiona: el rugby. También es seguro que esto de deporte «que me apasiona» lo haya repetido en esta bitácora en varias ocasiones para tratar sobre atletismo, balonmano, hockey sobre hielo, sumo...; pero bueno dejémoslo en que es «uno de los que más...».

Desde muy chico creo que me llamó mucho la atención ver a un montón de tíos pelearse a lo bruto por un balón con una forma extraña, al que también de vez en cuando le pegaban patadas. Ya de más mozalbete, y gracias a que Estadio 2, aquel mítico programa de TVE (cien mil veces mejor que el actual Teledeporte que echa poco directo y siempre de lo mismo y cantidades ingentes de diferidos y documentales enlatados), retransmitía a finales de los 80 el que por aquel entonces era el Torneo 5 Naciones, me fui enterando un poco de qué iba este deporte.

Largas tardes de finales de los 80 pegado al televisor para entrever la magia que se escondía en una disciplina tan aparentemente ruda. Era la época en la que me aficioné a ser del equipo de Gales, y de un ala de aquellas tierras que se llamaba Ieuan Ewans y que cada vez que cogía el oval su tremenda rapidez siempre provocaba peligro.

Hay que decir que esa pasión por el rugby la he ido alimentando poco a poco, macerándola a base de muchas horas de visionar partidos en directo o en diferido; y puedo decir tranquilamente que en el último Mundial de rugby, el de 2015 vi más partidos que del último Mundial de fútbol; aun así tampoco llego a entender algunas reglas, ni siquiera las entienden algunos de los jugadores más avezados. Hay un dicho por ahí muy curioso que se mueve entre los aficionados a este deporte que es algo así como «me encanta este deporte, pero ya si pudiera entenderlo sería la repera». Ciertamente que tiene muchas reglas sobre el desarrollo del juego, y a veces no se entiende bien, o uno no sabe lo que ha pitado el árbitro, fundamentalmente la causa de las faltas de los jugadores.

Establecido esto, creo que lo de pelearse a lo bruto fue rápidamente eliminado de mi concepción de este deporte, y aquel que define este deporte como un deporte de burros o bestias es porque tiene una idea sesgada y absolutamente limitada del mismo. El rugby yo diría que es el deporte por antonomasia, lucha física hasta el límite, fuerza, potencia, ímpetu y sacrificio, pero también inteligencia, estrategia y visión de juego; y sobre todo nobleza, mucha nobleza.

A medida que me voy haciendo mayor me va gustando menos el fútbol y más otros deportes (minoritarios), pero en el caso del rugby, por el hecho de que tiene algunas semejanzas con el fútbol: deporte de equipo, campo de similares dimensiones y objetivo de llevar un balón a una meta...; mi conclusión es que el fútbol debería aprender mucho del rugby.

Es consabido que el rugby es un deporte de villanos jugado por caballeros (y el fútbol justo lo contrario), y esto se lleva a rajatabla, incluso se sigue manteniendo lo del tercer tiempo hasta en los equipos de élite, nadie se odia a muerte, lo que ocurre en el campo ahí se queda, luego tan amigos; en apariencia es un deporte rudo, lo es, pero no nos debemos ni podemos quedar en ese simplismo; y es que pese a todo el derroche físico, las lesiones no son muy comunes, ni las tanganas; en este sentido, en el fútbol que es un deporte más «limpio» hay más lesiones, más peleas, más tanganas, protestas al árbitro y simulaciones.

Sí, por un lado, ni en el rugby se protesta al árbitro, y al que lo hace se le invita a irse a otro deporte, y por otro lado, en el rugby el jugador que se para en el campo lesionado es porque realmente lo está. En el fútbol un jugador acaricia a otro y es normal que el segundo se tire al suelo y se revuelque tocándose la cara, en el rugby se tocan la cara y no pasa nada. En el rugby los jugadores sangran por orejas, cejas o labios y siguen ahí porque no quieren ser cambiados, esto en el fútbol es impensable; es más, cuando en el rugby un jugador tiene una posible lesión, es atendido en el terreno de juego y no se para el partido. Ningún jugador de rugby quiere ser cambiado para no perjudicar a su equipo, aunque sangre a borbotones o le duela a rabiar cualquier parte de su cuerpo. En el fútbol ya se sabe que en cuanto un jugador tiene la más mínima dolencia ya está pidiendo irse a la caseta.

En definitiva, soy de los que opino que si ves un partido de fútbol y a continuación uno de rugby o viceversa, pensarás no solo que estás viendo dos deportes muy diferentes sino que estás en dos planetas distintos.

Y continuando con los elementos que conforman la concepción del rugby, también es de cortas miras pensar que este deporte es solo lucha física; tal vez sea de lo que más, de hecho, partiendo de que cada equipo tiene quince miembros, se dice que es un deporte en el que solo juegan ocho y medio. Tiene su explicación, la mayor parte del tiempo y del juego la desarrollan los jugadores de la primera, segunda y tercera línea (en la melé), aquellos que llevan la camiseta con los números del 1 al 8 (los más pesados y rocosos), mediante sucesivas embestidas tratan de ganar terreno y de romper la muralla de la línea rival, como si de una batalla se tratara, es la estrategia fundamental para abrir huecos y que los jugadores de los números 9 al 15 (medio melé, apertura, alas, centros y zaguero), los más hábiles con los pies, imaginativos, rápidos y menos corpulentos, puedan entrar con velocidad en los intervalos.

Aunque no haya especial predilección por este deporte en España, saturado de fútbol y más fútbol, no obstante, tiene una dimensión brutal a lo largo de todo el mundo, probablemente por la facilidad y economía en su práctica, y las reglas básicas que son sencillas: el oval solo se puede pasar hacia atrás con la mano y hacia delante con el pie, y llevarlo hasta más allá de la línea de marca con la mano, o con el pie entre los clásicos tres palos.

Esa popularización del rugby ha convertido a la Copa del Mundo de rugby en el tercer acontecimiento deportivo del orbe, tras Juegos Olímpicos y Mundial de fútbol, aunque los muy seguidores de este deporte dicen que es el primero. Tardó ciertamente la Federación Internacional de este deporte en darse cuenta de su verdadero potencial, siempre anclada en un titubeante amateurismo que le impedía darse más al exterior, y no fue hasta 1987 cuando se celebró la primera edición de la Copa del Mundo, de algún modo, acuciados por el resto de deportes llamados amateur y que, en realidad, eran profesionales de facto.

España acudió una sola vez a un Mundial de rugby, fue en 1991, a día de hoy luchamos por acudir por segunda vez a esta cita, que en su próxima edición tendrá lugar en Japón, habrá veinte naciones participantes y por ranking estamos en esa frontera, aunque en 2018 será cuando tengamos que poner toda la carne en el asador y jugarnos nuestra ansiado billete. El mayor triunfo para el rugby español se lograría con la simple clasificación, sería todo un premio.

Curiosamente el rugby tiene una versión en miniatura, el rugby a 7, es decir, que se juega con siete jugadores de campo, y en el mismo terreno de juego, con una duración de catorce minutos (dos tiempos de siete). Es un formato muy vistoso, porque por la mayor cantidad de espacios se aprecian muchos ensayos en un corto espacio de tiempo. Los jugadores, que mayoritariamente juegan en el 15 aunque ya se están especializando, son todoterrenos, un poco primeras líneas pero con rapidez, en realidad, los jugadores ideales serían los que tienen los números intermedios en el rugby, a grandes rasgos.

El rugby a 15 en España no goza de mala salud, pero debiera mimarse más, sobre todo favoreciendo la preparación de nuestras selecciones. No obstante, la dinámica del desarrollo de la práctica del rugby ha permitido que el rugby a 7 tenga mejor ranking en España que su hermano mayor. En la primavera de 2016, con ocasión de la clasificación para los Juegos Olímpicos, tanto hombres como mujeres obtenían su plaza en sendos torneos preolímpicos. Toda una ocasión histórica pues el rugby volvía al programa olímpico tras su última aparición en 1924 y yo me atreví a señalar en mi cuenta de Twitter (@adiscrecion) que, sin duda, se trataba en cuanto a deportes de equipo del acontecimiento deportivo del año en España. Ello suponía que estábamos por propios méritos en la élite, entre los doce mejores equipos del planeta. Fue todo un éxito llegar con nuestras dos selecciones de rugby a 7, y luego se estuvo a un nivel adecuado a nuestras posibilidades, en chicos fuimos undécimos, y en chicas (que se tiene algo más de nivel) novenas.

En todo caso, todas estas nociones que voy largando aquí un poco a vuelapluma, vienen referidas tanto a hombres como mujeres, porque no me gusta caer en este blog en eso de ir diferenciando el sexo cuando el masculino engloba todo y, esto no es machismo. Pues marcado esto, hay que decir que en féminas la selección de rugby a 15, no solo tiene plaza para la octava edición de la Copa del Mundo que tendrá lugar este verano en Irlanda, donde solo hay doce participantes, sino que su ranking es muy bueno, estando desde hace tiempo entre las diez primeras, y actualmente séptimas.

Pues nada, larga vida al rugby, un deporte noble, limpio y sin marrullerías (esto no excluye que haya casos de dopaje, lamentablemente los hay), pero el que se acerque al rugby con interés percibirá que es algo más que fuerza bruta, es potencia, es inteligencia, es visión de juego, es batallar por el espacio, en definitiva, son muchos deportes en uno solo, una maravilla.

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