SUMO, UN DEPORTE DE DIOSES (VIII)

KISENOSATO, EL 72º YOKOZUNA
Si alguien nos hubiera dicho a los aficionados del sumo que el pasado 2016 y este primer torneo de Año Nuevo de 2017 (en mi blog tomo como referencia el primer torneo del año y los cinco anteriores para completar un año entero de análisis, así lo empecé y así voy a seguir con esta costumbre) que íbamos a asistir a uno de las más apasionantes temporadas de este deporte, con numerosos hitos y muchas y muy suculentas noticias, tal vez no nos lo habríamos creído. Y es que los cambios en el sumo son paulatinos, no son radicales, pero ocurre que logros puntuales provocan una cascada de consecuencias, como si del efecto mariposa se tratara.

Acostumbrados durante los últimos años a que las grandes noticias escasearan y que, sobre todo, fueran para airear los trapos sucios del sumo, apuestas ilegales, combates amañados, severidad con los jóvenes en las escuelas oficiales de sumo...; lo cierto es que Japón necesitaba una regeneración para su deporte rey por excelencia, que también ha sucumbido mediáticamente a otros deportes como el fútbol, el béisbol e incluso el rugby, y que hubiera una vuelta de tuerca positiva para volver a generar afición y pasión al sumo en el país del sol naciente.

La gran noticia de este año es aún mejor que la del año pasado. Cabe recordar que el año pasado Kotoshogiku acababa con una racha negativa de diez años sin que un nacido en Japón venciese en un torneo oficial; ahora, en el pasado torneo de enero, el Hatsu Basho 2017, Kisenosato, el gran Kisenosato, el japonés de Ibaraki, obtenía la primera Copa del Emperador de su carrera y a los pocos días se anunciaba su promoción a yokozuna, el grado máximo en este deporte.

Es curioso, porque en el pasado 2016 vimos no solo la victoria del referido Kotoshogiku, sino que otro japonés, Goeido, vencía en el torneo de septiembre y además obtenía el zensho yusho, o sea, conseguía el logro sin mácula, quince victorias y ninguna derrota, y es que algo está cambiando en el sumo, los japoneses despiertan.

De algún modo, la presión se cernía sobre Kisenosato, de largo el mejor luchador japonés del último lustro y paradójicamente el único luchador de los de arriba, el único ozeki en activo, que no había conseguido ningún yusho. Kisenosato se me ha antojado, hasta el último torneo, que era el pupas, una especie de Atlético de Madrid (antes de la llegada de Simeone), capaz de lo mejor y de lo peor, pero que el momento decisivo siempre la cagaba. De hecho, sus números son impresionantes, pero como segundón, habiendo obtenido nada menos que doce subcampeonatos, o fallaba el día importante o se dejaba combates ante rivales asequibles, el caso es que no conseguía rematar.

En este torneo de Año Nuevo dio un puñetazo en la mesa, no solo ya era vencedor el penúltimo día, sino que en el último combate superaba al gran yokozuna Hakuho, una victoria moral para apuntalar su más que probable promoción a yokozuna.

Kisenosato, de nombre real Yutaka Hagiwara, debutará en el torneo de marzo como 72º yokozuna y primer luchador japonés en ser promocionado desde hacía la friolera de diecinueve años; de ahí la importancia del logro, si importante para Japón era que un luchador venciera en un torneo después de diez años, casi dos décadas han tenido que esperar a que un nacional alcanzara el máximo rango en el sumo, posición para la que son muchos los llamados y pocos los elegidos, pues el ordinal hace referencia al número de yokozunas que han existido en el sumo moderno, desde el siglo XVIII hasta la actualidad.

Esa victoria ante Hakuho en el último día del Hatsu Basho 2017 seguramente debió influir mucho desde el punto de vista moral en el Comité de Deliberación de Yokozunas para que tomaran su decisión. No hay reglas escritas acerca de cómo se adquiere dicho rango máximo, en el pasado se deducía que la victoria en dos torneos consecutivos (hay seis oficiales al año) otorgaba ese privilegio; últimamente, en las últimas tres décadas, la serie de un subcampeonato y un campeonato consecutivos también está valiendo (al polémico luchador de la década de los 80 Futahaguro le valieron dos subcampeonatos y jamás logró vencer en un torneo, el único yokozuna de la historia con ese dudoso honor, con lo que devino que fue enormemente controvertida su promoción a yokozuna).

Hay que decir, es una opinión, que Kisenosato ha sido proclamado yokozuna con mucha justicia, tantos años de pupas, de ser un segundón porque no estaba en el momento en el que tenía que estar, no desmerecen una trayectoria más que meritoria, probablemente detrás de Hakuho el luchador más regular del sumo actual, es más, estamos ante un sumotori al que las lesiones le han respetado, y muchas veces no es tanto la suerte sino el sacrificio físico para evitarlas; no ha faltado a un torneo ni a un combate en la máxima categoría (Makuuchi) desde noviembre de 2004. Este hecho seguro que ha sido tenido en mucha consideración por el referido Comité, aparte de que, esto sí ha trascendido, han subrayado que aunque no ha obtenido dos campeonatos seguidos, ha tenido mejores números en el último año que sus dos antecesores Harumafuji y Kakuryu.

Pues nada, Kisenosato con su promoción a yokozuna, y los Kotoshogiku y Goeido con sus brillantes triunfos en las últimas fechas están intentando romper el dominio foráneo del sumo en esta última década, fundamentalmente de luchadores de Mongolia. Yo soy muy de Kisenosato, tal vez por aquello de que fracasaba constantemente y era incapaz de dar la puntilla (como el Atlético de Madrid), y estoy convencido de que va a ser un magnífico yokozuna, va a seguir teniendo muy buenos números y cabe esperar que la dosis de moral que proporciona este rango le permita alcanzar más yushos. De hecho, en un ranking que, como tal, no existe, Kisenosato es el segundo mejor luchador de sumo en la actualidad, por encima de Harumafuji y Kakuryu.

Y es que algo se mueve en el sumo, es posible que estos triunfos, que no por más o menos esperados no dejan de ser sorpresivos, pueden responder al hecho de que el gran Hakuho, el mejor luchador de la historia, y esto hay que resaltarlo, ha flaqueado un poco; el 2016 ha sido el año más pobre en resultados desde que es yokozuna, no ha obtenido campeonato o subcampeonato en los últimos cuatro torneos, y cabe pensar por lógica y porque es humano, que ha entrado en un ligero declive. Es cierto que le quedan unos pocos años, no más de un lustro, para seguir deleitándonos con su lucha poderosa y dominante, pero no es menos real que con la cuerda menos tensa va a permitir que otros encuentren tesoro donde antes parecía imposible.

Por si fuera poco, los otros dos yokozunas mongoles, Harumafuji y Kakuryu, los yokozunillas como yo les llamo, pues son mucho menos consistentes que Hakuho, son, y en 2016 lo han corroborado, bastante irregulares. Y ya se sabe, a río revuelto...

EL IRREGULAR KOTOSHOGIKU
Si mi entrada de 2016 reseñaba el magnífico triunfo de Kotoshogiku, que sí fue sorpresa porque todo el mundo pensaba que si alguien podría romper una década de sequía era Kisenosato, el veterano luchador de Fukuoka, bastante irregular, como todos los ozekis, desde que adquirió ese rango, ha sido degradado tras dos torneos con números negativos. Si hace un año suponía un rayo de esperanza para los aficionados japoneses, su situación actual es crítica porque aún podría recuperar el rango si obtiene dobles dígitos, más de diez victorias, en el próximo torneo de marzo a disputarse en Osaka, prueba que se me antoja harto compleja para Kotoshogiku, toda vez que es un luchador muy inconsistente y al que se le ha atragantado bastante el rango de ozeki (tenía mejores números antes de serlo).

Ni que decir tiene que este año de cierta gloria para el sumo japonés ha desembocado en esa ansiada dosis de apasionamiento que estaban deseando tener los nipones y, por ende, también todos los que amamos este deporte, esto ha desembocado en mayor asistencia de público en los torneos oficiales (para el próximo torneo se han agotado las entradas en tiempo récord), más interés de los medios de comunicación, incrementando de portadas de periódicos y espacios importantes en los titulares de las principales radios y televisiones. Por cierto que también se han hecho eco del logro de Kisenosato los más relevantes diarios de nuestro país.

Por si fuera poco, yo que suelo ser muy crítico con los jóvenes luchadores japoneses que presagian mucho y luego se quedan en nada, probablemente a causa de ese destensar de la soga de Hakuho y de los hombres más importantes del escalafón, ha permitido que los nuevos valores actuales parezcan ser capaces de darle un aire nuevo al sumo, parecen ser más descarados, con menos reparos y más chulería (algo necesario en el sumo) para enfrentarse y doblegar a los de arriba; y en consonancia, se les ve autorizados para que sean dotados de la responsabilidad para afrontar las exigencias de los grados altos del sumo, donde la regularidad y el sacrificio a lo largo de muchos años son la moneda de cambio. Los Shodai, Mitakeumi o Hokutofuji pueden ser en los próximos meses los grandes animadores del cotarro, todo se andará.

Por el momento, el gran núcleo gravitatorio para los próximos torneos seguirá siendo el nuevo yokozuna Kisenosato, sobre él estarán puestas todas las miradas y la atención del público japonés; pero como siempre, otras cuestiones quedarán en el aire, ¿cuánta gasolina le queda a Hakuho y cuántos torneos cederá?, ¿los otros dos yokozunas mongoles seguirán en una indigna mediocridad para su rango?, y genéricamente, esta nueva explosión del sumo, ¿animará a los más jóvenes a la práctica del sumo, con objeto de integrar los rangos no profesionales del sumo, últimamente algo depauperados?

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