CARIOCO, EL LOCO MÁS SIMPÁTICO DE LAS HISTORIETAS

Entrañable como pocos este simpático personaje salido de las manos y la mente del genial historietista barcelonés Carlos Conti; aún lo sigo recordando porque pese a que el personaje murió con su padre artístico (Conti falleció en 1975), sus viñetas siguieron reeditándose y comercializándose muchos años después, hasta el punto de que pude leerlas prácticamente todas con posterioridad a ese 1975. Dicho sea de paso, hay que destacar que uno de mis refugios en cualquier feria local se situaba en los puestos de revistas y tebeos, donde Pulgarcito, Tío Vivo y otras publicaciones similares eran moneda de cambio.

Eran tan moneda de cambio que, tal y como conocemos hoy los cómics, han quedado como una especie de reducto para friquis, que se reúnen en otras ferias, pero estas más especializadas. No obstante, en la década de los 70, incluso de los 80, para un niño comprar una revista de cómic era algo común, y sus personajes eran muy conocidos, capitaneados eso sí, por las dos parejas de moda, acaparadoras del éxito infantil como eran Mortadelo y Filemón, y Zipi y Zape.

Carioco nació siendo un personaje de manicomio, no, no que estuviera un poco chalado, sino que realmente vivía en un manicomio, o sea, era un loco de los de verdad. Pero Carioco tenía una locura simpática, la locura de las personas raras que siempre están queriendo explorar todo. Por aquel entonces, en aquel 1949 de su nacimiento, este personaje era bien hablado, casi empalagoso y una especie de defensor de los más débiles, de damiselas en apuros, pero también de la naturaleza, de la ciencia y del orbe entero.

Este Carioco era tan tierno y su locura tan nimia como escasamente peligrosa que gozaba de constantes permisos por parte del director del frenopático. Cuando salía al exterior, Carioco emergía con toda su imaginación al poder para reivindicarse a sí mismo, porque estaba loco, sí, pero loco por vivir y por desarrollar sus numerosas inquietudes.

Jamás han trascendido las razones por las que Conti decidió que «El loco Carioco», que es como se denominaba la historieta al principio, dejase el manicomio y se convirtiera en «Carioco» sin más, en 1953. Yo quiero imaginar que porque para el autor le era más sencillo y práctico no tener que proporcionar al personaje un constante «pase de pernocta» y lo liberó, pero siguió siendo ante todo un espíritu libre.

La ausencia de información y de entrevistas al padre de Carioco tampoco han podido mostrarnos las razones espirituales para crear al personaje y por qué ese nombre, pero lo que sí parece claro es que la relación entre la personalidad locuela y libre de Carioco se podría casar con esa carioca de colores que los niños lanzan al aire (por cierto, que llevo bastante tiempo sin ver una) y que, caprichosas, nos muestran sus colores al viento.

Pues en 1953 Carioco abandona el sanatorio y se va a vivir solo; con el abandono de esa situación de teórica protección, el personaje también abandona su sofisticada verborrea. Y ya sí, con la libertad plena, su mente libre no hará más que fabricar episodios cómicos que eran la auténtica piedra angular de este personaje.

No se le conoce oficio concreto, salvo la alusión autorreferente en algunas historietas de su trabajo semanal en la revista Pulgarcito, no obstante, esa situación de desempleo no es especialmente preocupante y tampoco hay correlación directa con su situación económica, pues tanto se le ve sin un duro, como rompiendo una opípara hucha para darse un caprichito.

Carioco puede estar loco o un pelín trastornado, pero tal vez eso se pueda confundir con su trepidante ingenio. Carioco quiere ser escritor, dibujante, escultor, aprender idiomas, ser el mejor comercial..., y aunque sus incursiones en esos mundos sean más que efímeras, no se le puede negar que talento tiene. Por si fuera poco, ese talento también lo hace fluir de vez en cuando hacia invenciones de todo tipo, máquinas utilísimas o imposibles que conllevarán más o menos éxito no porque sean de utilidad pública sino porque sean de utilidad para el propio Carioco.

El hecho de que Carioco viva solo y que, además, no exista un personaje secundario relevante (tal vez la portera de la casa de pisos donde vive, o un señor bajito con gafas muy ilustrado que se repite con diversos nombres en muchas historietas), no quiere decir que este ser encantador sea un solitario, ni mucho menos, es todo lo contrario, es un ser social, un ser inquieto que tiene como concepto genérico el hacer posible un mundo un poco mejor.

Y dicho esto, Carioco era un personaje infantil o más exactamente, apto para todos los públicos. Era ante todo divertido, Conti le proporcionaba una retahíla de gags a través de sus diálogos y sus peripecias que lo hacían muy gracioso, más si cabe que los consabidos Mortadelo y Filemón o Zipi y Zape, en los que primaba casi más el humor visual, en el que el dibujo era pieza esencial.

Carlos Conti
Conti cuenta historias e ilustra levemente con sus dibujos, de rasgos muy básicos, los personajes y un escenario que algunos han venido en llamar abstracto, casi picassiano. Y el chiste está por encima del dibujo. Aunque eso no quita que alguna vez este historietista tirara de chichones, persecuciones o explosiones para subrayar su mensaje; y es que el bueno de Carioco era ante todo una buena persona, un ser noble e inocente, pero en buena parte de sus historietas no acaba bien, o porque su pretensión no llega a buen puerto, o porque termina directamente apaleado, detenido o perseguido, pero aún así, no sufre, es capaz de tirarse a una piscina de agua tres veces y mientras es llevado al hospital sonríe de felicidad.

Carlos Conti fue un combatiente en el bando republicano en la Guerra Civil, entiendo que su intervención obligada no afectaría a su vida posterior, de hecho, trabajó siempre en el mundo del tebeo en la España franquista y tampoco he podido constatar que la censura le molestara mucho. Carioco no tiene nada de crítica social, aunque si se rebusca se encuentra, todo es interpretable, como he comentado antes, era un personaje muy divertido y nada más. ¿Y nada más? Su personalidad libre también se correspondía con cierta extravagancia al vestir, siempre con impecable traje rojo, con una corbata que se remataba en la base con un portentoso lazo, era como una mezcla de corbata y pajarita muy original y que yo jamás he visto en ningún otro contexto, y eso sí, siempre traje rojo, siempre traje rojo, ¿era un mensaje subliminal?

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