SUMO, UN DEPORTE DE DIOSES (VII)

Kotoshogiku celebra su triunfo en el Torneo
de Año Nuevo 2016
¡Por fin ocurrió! Para los que entran en este blog circunstancialmente y no conocen el mundo del sumo no adivinarán por qué empiezo así, para los friquis como yo que siguen con cierta pasión e interés este milenario deporte japonés sabrán a ciencia cierta con esas tres palabras solas a qué viene eso. Sí, diez años han tenido que pasar, toda una década, para que Japón vea a un compatriota suyo alzar el trofeo de campeón de un torneo oficial de sumo.

Prácticamente sesenta torneos, una cifra casi escandalosamente inadmisible para los aficionados japoneses, definen una sequía histórica para el deporte patrio por excelencia en Japón, lo que no hace más que constatar una profunda crisis en la gestión deportiva del sumo dentro del país del sol naciente, acuciado por la ascensión de otros deportes de masas. A todo esto hay que decir que la hegemonía en estos diez años, aunque han sido algunos más, casi quince, ha correspondido a luchadores originarios de Mongolia, curiosamente un país enclavado entre Rusia y China, tan extenso como despoblado, es tres veces España y viven apenas tres millones de habitantes, pero que ha sabido orientar a los practicantes de algunas formas de lucha tradicional mongola y de diversas artes marciales para que den rienda suelta a su enorme talento en los dohyos nipones.

No sé cuáles serán las razones para que los mongoles sean tan buenos en el sumo siendo tan poquitos; lo que voy a decir no es nada científico, pero los mongoles parecen atesorar y reeditar esa fortaleza y valentía de los míticos pueblos tártaros que atemorizaron a toda Asia y que provocó que los chinos construyeran su Gran Muralla, por esa razón y no por otra. Otras razones más lógicas serían la necesidad, necesidad que tienen los luchadores mongoles, un país mucho más pobre que Japón, de reivindicarse en un país foráneo y hacerlo muy bien para volver a su país con la bolsa llena en su declive. Lo cierto es que no todos llegan hasta arriba pero las cifras de luchadores mongoles presentes en las dos principales categorías del sumo es tan relevante que eso sigue alentando a los que están abajo y a los que quieren llegar.

A día de hoy los tres yokozunas en activo son mongoles, un ozeki también, y entre el resto de luchadores de primera y segunda categoría (Makuuchi y Juryo) hay en torno a una decena (algo más del 20 % de los luchadores profesionales). Al manifiesto interés y profesionalidad de los mongoles se une muy claramente la apatía, falta de competitividad de los japoneses y ¿falta de talento? Lo cierto es que han pasado diez años de sequía y aunque no se observan vientos de cambio en la estructuras amateur del sumo en Japón, dudo que toda una década de primacía extranjera se repita, aunque a corto y medio plazo la situación no va a cambiar sustancialmente, y es que los tres yokozunas no son precisamente unos jovencitos.

No obstante, y eludiendo esta introducción que ha versado sobre el dominio mongol en el sumo japonés, hay que decir que el artífice del milagro de la consecución del primer triunfo japonés en un torneo oficial ha sido Kotoshogiku (Kazuhiro Kikutsugi), con rango de ozeki, de 32 años y natural de Fukuoka. Si a los aficionados del sumo nos hubieran preguntado antes del torneo qué japonés tenía más posibilidades de romper el maleficio, la mayoría hubiéramos dado el máximo de posibilidades al valeroso Kisenosato, el cual lleva unos años siendo la única alternativa medianamente razonable al imperio mongol, pero la suerte no siempre le ha acompañado y también ha fallado en momentos decisivos.

Por su parte Kotoshogiku no es para nada un luchador fiable, desde su ascenso a ozeki en 2011, segundo en rango en el sumo, ha sido kadoban (riesgo de ser descendido al haber conseguido en el torneo anterior más derrotas que victorias, o haber abandonado), nada menos que cinco veces, prácticamente una vez al año. Es más sus logros en este último lustro habían sido muy pobres para un ozeki, con un solo subcampeonato (Kisenosato ha sido subcampeón en ese mismo período en siete ocasiones). No obstante, en el primer torneo de 2016 sorprendía con toda una exhibición, y tanto propios como extraños, no dábamos crédito a la racha inmaculada de Kotoshogiku, especialmente cuando en las jornadas 11, 12 y 13, superaba consecutivamente a los tres yokozunas y se ponía con un esperanzador 13 a 0. A punto estuvo de tirarlo todo por la borda y perdía en el penúltimo día ante un rival teóricamente inferior, pero en la jornada final enmendaba el entuerto y concluía con un fabuloso e impresionante 14 a 1.

Ahora viene el problema para los rectores del sumo en Japón, la Nihon Sumo Kyokai, que tienen unos criterios más bien laxos a la hora de promocionar rangos, y es que ante la generalizada atonía de los sumotoris, en especial los japoneses, buscan en esas promociones que el deporte del sumo vuelva a ser el espectáculo de masas que fue en la década de los 70, 80 y un poco los 90. Así que tienen a Kotoshogiku que podría ser promocionado a yokozuna si ganase el próximo torneo, pero le podría ocurrir también lo que al último luchador en ser promocionado a yokozuna, el mongol Kakuryu, al que le valió con un subcampeonato y un campeonato a continuación. Lo que pasa es que, sinceramente y a mi pesar o al pesar de los aficionados japoneses, dudo mucho que Kotoshogiku sea capaz de mantener el nivel, no sólo para repetir lo de enero de 2016, sino para mantener el nivel y la dignidad de un yokozuna, pues su concurso en el lustro precedente ya hemos visto que ha sido bastante mediocre, salvando en varias ocasiones su descenso de categoría por los pelos y en el último día.

El joven mongol Terunofuji
A todo esto hay que señalar que algo parece moverse en el mundo del sumo. Cabe recordar que en esta entrada anual que hago en mi bitácora analizo no un año natural sino que el ciclo que contemplo es el del primer torneo de cada año y los cinco anteriores, pues bien la otra gran noticia de este curso deportivo es que la hegemonía de Hakuho parece resentirse. El gran dominador del sumo ha permitido que en este ciclo de seis torneos oficiales se haya producido el mayor reparto de torneo entre diversos luchadores casi desde que estaba su compatriota Asashoryu. Él solo ha ganado dos torneos y los otros se los han repartido, uno cada uno, el ya citado Kotoshogiku, los otros dos yokozunas Kakuryu y Harumafuji, y la nueva estrella rutilante del sumo, el también mongol ¿cómo no?, Terunofuji.

¿Estamos ante un cambio de tendencia? O lo que es lo mismo, ¿estamos asistiendo al inicio del paulatino declive del grandioso Hakuho? En mi opinión probablemente sí aunque ese teórico ocaso en su carrera va a ser muy lento. Para empezar hay que decir que, siendo sus cifras espectaculares, en raras ocasiones no ha tocado bola, pues si no es campeón ha sido subcampeón en la mayoría de los torneos en los que ha competido, también es cierto que las lesiones y las enfermedades lo han respetado enormemente, y jamás había abandonado un torneo desde que es yokozuna, desde 2007, y en septiembre de 2015 ocurrió en el segundo día del Aki Basho celebrado en Tokio. Sus dos compromisos posteriores se han saldado con sendos subcampeonatos, y esto también es raro, o sea que más de medio año sin tocar pelo es poco edificante para este gran yokozuna.

Hahuho, la gran estrella del sumo
Dicho esto, pienso que a Hakuho le quedan dos o tres años muy buenos, quizá no sea ya tan dominador como estos años atrás, pero va a estar en la lucha por el yusho siempre, a partir de ahí con 33-34 años es razonable pensar que sus prestaciones físicas podrían no ser las de antaño y si eso se refleja en resultados mediocres, indignos para un yokozuna, ya sabemos lo que toca, la retirada. Aunque esa fecha incierta está aún relativamente lejana, cabe decir que se retiraría en gloria, dejando números para la épica, y muy particularmente siendo el yokozuna con más triunfos de la historia del sumo, ya rebasó hace un tiempo la cifra del mítico Taiho, en fin, toda una estrella viviente. Siempre digo en este blog que es uno de los cinco deportistas (incluyendo equipos en deportes colectivos) más dominadores del deporte actual.

Y a todo esto, ¿hacia dónde avanza el sumo para los japoneses?, es decir, ¿alguna estrella nipona en ciernes? No, ya el pasado año me apunté a no ofrecer ningún nombre y no lo voy a hacer ahora, porque llevamos muchos años los aficionados del sumo queriendo ver a un hombre nacido en Japón que dignifique este deporte que se originó en su propio país, pero nadie llega, ni visos de ello. Palmeros sí, unos cuantos, pero hombres sólidos y competitivos que asciendan rápido y que tengan coraje para enfrentarse con los de arriba y no se muestren perdedores casi desde el momento en que pisan el pie en el dohyo (percibo a muchos luchadores que no dan todo cuando se enfrentan con Hakuho y este los liquida en menos de cinco segundos). Así que si alguien llama a la puerta y realmente lo hace con consistencia, aquí estaremos para contarlo.

Mientras tanto asistiremos mesuradamente a las historias internas del sumo, el concurso de Kotoshogiku en los próximos torneos, las malas sensaciones del ozeki Goeido, el futuro del prometedor mongol Terunofuji, la participación de los luchadores extranjeros sin contar a los mongoles (una clase media algo conformista, en la que tenemos a georgianos, un búlgaro, un ruso, un brasileño, un egipcio, un chino...) o la irregularidad de los yokozunas Harumafuji y Kakuryu.

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