DANNY WRIGHT, EL PIANISTA DE LA ETERNA SONRISA

La amplia sonrisa de Danny Wright pretende casi mostrarnos la viva imagen sonora del piano, el instrumento musical por excelencia, el centro gravitatorio de casi toda la música. Cuando escuchamos un piano tenemos la necesidad aunque sea por un momento de permanecer inmóviles y descubrir de dónde sale esa música, qué se está tocando, qué virtuosas manos lo acarician.

El piano es un instrumento polifónico, es decir, que permite que se puedan extraer de él varias notas musicales al mismo tiempo, que unidas conforman armonías; a veces no necesariamente, pues en las músicas vanguardistas esta regla no tiene por qué cumplirse.

Esta tremenda versatilidad del piano, que generará de manera infinita composiciones geniales mientras que el mundo sea mundo, es el instrumento en el que se maneja el genial Danny Wright que nos aporta ese aroma de simpatía que despierta en cualquiera de nosotros el sonido de un piano.

Acostumbro en no pocas ocasiones, como una forma creo que óptima para impulsar la creatividad de nuestra mente, a imaginarme una película cuando escucho un tema musical, es decir, me invento mi propio videoclip, y escuchando a Wright estos pasados días de asueto, las secuencias que evocaba eran serenas, yo mismo dando un paseo al lado de un riachuelo del que se escuchaba el murmullo del agua, acompasado con mis pisadas que quebraban delicadamente las hojas caídas de los árboles que jalonaban su curso en un mediodía otoñal.

Y a todo esto, ¿quién conoce a Danny Wright? No se puede decir que sea un actor secundario, es conocido en su ámbito, aunque salvo en su país, Estados Unidos, en el resto del mundo puede resultar bastante desconocido. No obstante, lo rescato aquí porque hace años que lo descubrí y desde entonces de vez en cuando lo escucho para meditar o concentrarme a la vez que saboreo música de mucha calidad.

La necesidad de concentración no es ajena a la infinidad de personas que en algún período de sus vidas la han requerido para múltiples objetivos. Particularmente recuerdo que en mi época de estudiante tenía (y tengo) varias cintas de casete con el popular Richard Clayderman, un pianista francés de larga cabellera rubia que se destacó en la década de los 70 y los 80 del siglo pasado y del que hace años se oye bien poco, como si se lo hubiera tragado la tierra, y eso que no es muy mayor, nació en 1953. La música de Clayderman era ese resorte aterciopelado que te permitía acoplarte con la materia en cuestión. Materias que dicho sea de paso, cuando uno estudia algo genérico tiene partes que gustan y otras que no, en las que gustaban era y es fácil concentrarse, pero no tanto es las más áridas, en esas es en donde requerías de un refuerzo externo para hacerlas más llevaderas.

Richard Clayderman se convirtió en un experimentado versionador, pero más allá de eso no se le conoce una contribución relevante al mundo de la música en el apartado de la creación original; por contra el sonriente Danny Wright no sólo tiene versiones muy buenas de melodías tremendamente conocidas, en concreto las interpretaciones que hace de algunos temas principales de películas me parecen más que sobresalientes; sino que además es un gran compositor que se vale de su piano y también a veces de una cierta orquestación para obsequiarnos con unas melodías absolutamente melifluas y arrebatadoras.

Este pianista estadounidense saltó al panorama musical allá por 1986, un auténtico virtuoso de este instrumento polifónico que se mueve en un entorno difícilmente encasillable, así jazz, contemporánea, ambiental, New Age, ligera y clásica. Este músico texano con un perfil espiritual y con grandes vinculaciones con organizaciones benéficas, quedó encadenado a la música desde bien pequeño, con cuatro años recuerda su familia que ya improvisaba en el piano de casa la música de Dr. Zhivago, lo que obligó a sus padres a canalizar ese talento excepcional con una formación académica especializada en este ámbito. Y desde ahí, una vida de pasión por la música y de querer compartir humildemente su don con todo el mundo. Se habla de él que es una persona afable y muy cercana, hasta el punto de que en su página de Facebook se puede hablar con él sin ningún tipo de frontera. Es más, se cuenta que algunos de sus seguidores le han inspirado con sus comentarios o con sus vivencias algunas composiciones que son inopinadamente para aquellos un auténtico regalo del alma.

A Danny se le ha calificado como «El sanador de corazones» por su música emotiva, y porque pretende con su música elevar el espíritu y el corazón de sus seguidores; ese rango espiritual se acentuó en 2009 cuando su madre superó un cáncer de mamá y desde entonces colabora con esta causa, amén de otras muchas colaboraciones a través de conciertos benéficos en favor de los animales, la lucha contra el SIDA, los derechos del niño.

Últimamente se ha convertido en empresario, produciendo y distribuyendo sus propios discos que se pueden encontrar fácilmente en la Red. Por cierto que aconsejo fervientemente varios álbumes que tiene de música navideña y que puede ser un regalo fantástico para estas fechas que se avecinan.

Danny Wright realiza conciertos en solitario o colabora con otros músicos para los que compone, su sello es indeleble. Ha vendido más de siete millones de álbumes repartidos todo el mundo y no cede, aun siendo ya maduro, pienso que su madurez artística está por llegar, va mejorando con el tiempo, como el buen vino. No dudéis en escucharlo alguna vez si necesitáis que vuestra mente se centre en algún proyecto.

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