MACCABI TEL AVIV, MÁS QUE UN CLUB Y MÁS

Como el deporte no se puede desligar de la política, ya que como nos recuerda la historia contemporánea cada día los eventos que atraen grandes masas siempre están en el punto de mira, pues el que tiene el poder de la palabra, de las armas, del dinero o del terror, lo utiliza para bien o para mal.

El deporte se organiza, en muchas ocasiones, con atletas sin país, selecciones sin fronteras o con países que no existen; del mismo modo, las consideraciones geográficas que operan en las federaciones continentales también han tenido y tienen sus excepciones. Probablemente el caso más palmario, que hemos aceptado de tal manera que nos parece algo normal, es que las selecciones de Israel de la mayoría de los deportes, probablemente todos, disputan sus competiciones en Europa, cuando obviamente por razones geográficas debieran hacerlo en Asia.

El adentrarse en la historia de Israel nos revela toda una colección de acontecimientos sorprendentes que han permitido que una nación que físicamente lleva tres cuartos de siglo existiendo en la concepción con la que la conocemos hoy día, sea un país pujante y avanzadísimo en medio de una serie de países convulsos y más atrasados; de algún modo, el espejo que supone para la humanidad su ejemplar agricultura es también un reflejo de lo que implica para gran parte de la humanidad: un oasis en mitad de un desierto físico y alrededor de países con un contexto político y con realidades sociales radicalmente opuestas.

Dicho esto, y dando mi particular opinión, me encantaría visitar alguna vez Israel, país pequeñísimo pero en el que viven con un buen nivel de vida cerca de ocho millones y medio de habitantes. No sólo son punteros en agricultura, también en ciencia e investigación, en medicina, en educación..., de hecho, se cifra que es el país con mayor porcentaje de universitarios sobre el conjunto de la población. En el debe de este país está el hecho de que por mor de las constantes agresiones que recibe se ha convertido no sólo en un estado defensivo sino también represivo; hasta tal punto, visto desde fuera y con notables reservas, que someten a árabes y palestinos que particularmente viven en su territorio a una segregación racial que tiene ciertas similitudes con la que le hicieron sufrir los nazis en media Europa durante la 2ª Guerra Mundial.

Pues eso, que nadie se imagina el deporte europeo sin la presencia de Israel, pero es más, nadie concebiría el baloncesto europeo sin un clasiquísimo como el Maccabi de Tel Aviv. Y dicho esto, igual que se sabe los conflictos y movidas que se viven en el país hebreo y en sus inquietas fronteras, también hay que decir que en muy pocas ocasiones, desde que yo tengo uso de razón, se ha escuchado que un partido (de baloncesto) se tenga que aplazar o cambiar de sede por inseguridad.

Y he puesto el paréntesis en referencia al Maccabi de baloncesto, cuando en realidad a este club le pasa como al FC Barcelona, que es más que un club, es decir, que aparte de su deporte estrella, como es el baloncesto, también tiene secciones de fútbol, balonmano, voleibol, judo, etc.

Pero lo dicho, el deporte que más historia y prestigio le ha dado al club y, por ende, al país, sabedores de la trascendencia social y propagandística que tiene esto, ha sido y es el baloncesto. Y lo cierto es que tenía ganas de hacer una entradilla sobre este club, cuando hace unas temporadas me enteré que había perdido su liga nacional (la Ligat ha'Al), después de unas cifras casi insuperables, habiendo ganado todos los títulos entre 1969 y 2007 a excepción de uno. Hasta hace no mucho se comentaba la reticencia del Maccabi de Tel Aviv a continuar en su liga dado el inferior nivel de sus rivales, lo que le haría perder competitividad cuando saliera a jugar en Europa.

Por suerte para el Maccabi y para la liga israelí, en esta última década el resto de los equipos de esa competición se han reforzado bastante y se están igualando las fuerzas, de tal forma que en los últimos ocho cursos de la Ligat ha'Al el Maccabi sólo ha conseguido cuatro títulos y los otros cuatro justo se los han repartido cuatro equipos diferentes. No obstante, también ha surgido la noticia al término de la pasada campaña cuando en la final de la Liga ni siquiera compareció, disputándola el Hapoel Jerusalén y el Hapoel Eliat; este hecho no había tenido lugar más que una vez en la liga israelí, en concreto en el curso 1992/93 cuando esa final la dirimieron el Hapoel Galil Elyon y el Hapoel Tel Aviv. Es decir, que el Maccabi de Tel Aviv, aparte de ser cincuenta y una veces campeón de su liga, ha sido subcampeón en siete ocasiones. No es de extrañar, pues, que cansados de tanto monopolio a los aficionados de este club se les antojara que su competición no tenía chicha y que se jugaba casi a beneficio de inventario.

Esos números bestiales se quedarían en verdadera anécdota si no hubieran tenido su correlato en la competición europea, donde como digo, el Maccabi de Tel Aviv es un clásico de los clásicos, y es que después del Real Madrid, que es el equipo con más títulos continentales, con diez; el Maccabi es el segundo club más laureado de Europa, de esa Europa a la que no pertenece geográficamente, pero sí social y económicamente, con seis campeonatos y nada menos que nueve subcampeonatos.

Se ha achacado al propio Maccabi que su constante reforzamiento con jugadores extranjeros pone el dedo en la llaga de uno de los problemas que atraviesan las ligas de multitud de deportes, que no se les da oportunidad a los jugadores nacionales; y de hecho, el potencial del Maccabi no tiene reflejo en los logros de la selección israelí que suelen ser muy poco relevantes. En sus numerosas participaciones en Campeonatos de Europa a todo lo más que ha llegado ha sido a obtener un subcampeonato en 1979, y la mayoría de las veces sus concursos han sido muy modestos; a esto hay que unir que únicamente han jugado dos Mundiales y unos Juegos Olímpicos.

Eso sí, aunque la selección de baloncesto de Israel tenga unos poco brillantes números a nivel internacional, en esa selección y en el Maccabi confluyó la máxima estrella del baloncesto israelí de la historia, Miki Berkovich, que precisamente facilitó el referido logro de 1979. A los de mi época les sonará un montón, es como el Epi en el baloncesto español, si después no hubiera venido Pau Gasol. A Berkovich, un tirador con una muñeca de seda, tuve el placer de verlo personalmente en Linares con ocasión de un torneo internacional amistoso hace casi treinta años; tuve la sensación de estar ante una de las diez figuras más preponderantes del baloncesto mundial de toda la historia, un hombre con halo a su alrededor.

Por cierto que cuando se habla de Maccabi, los comentaristas de televisión suelen repetir lo del equipo «macabeo», y es que no es gratuito este nombre, como no lo es casi nada en el deporte israelí, donde hay un cierto componente político más o menos acusado. La palabra macabeo tiene su origen en unos guerreros judíos que se rebelaron contra un rey griego que pretendía helenizarlos hace unos dos mil años, fue de algún modo el germen de la nación hebrea. Macabeo se asocia con fuerza, coraje, lucha y éxito, y en una traducción libre del hebreo significaría algo así como «el que está al lado de los dioses».

Y para concluir con este pequeño homenaje a este club de baloncesto que forma parte de nuestro acerbo personal, hay que decir que el Maccabi Tel Aviv juega en una de las grandes catedrales del baloncesto mundial, en «La Mano de Elías», que en realidad no tiene ninguna connotación política o religiosa, sino que se ubica en un barrio de la capital israelí, que se llama así. Sus dimensiones dan idea de la pasión con la que se vive el baloncesto en Israel, dado que tiene capacidad para 11.700 personas. Curiosamente, se llamó de manera oficial hasta hace unos pocos años Nokia Arena y el nombre oficial actual es Menora Mivtachim Arena, pero creo que pocos en Europa lo conocen por este nombre.

Por supuesto, esta temporada habrá que seguir sus evoluciones en la Euroliga, pues es de los que siempre está en las quinielas para llegar a lo más alto.

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