NIGHTNOISE, LA MEJOR FUSIÓN DE JAZZ Y MÚSICA CELTA

Hace veinticinco años que me metí en este mundillo de la música New Age, y por aquel entonces apenas unos pocos éramos los que compartíamos los escasos discos que intentaban hacerse hueco en las tiendas del ramo, que en aquella época gozaban de un éxito arrollador, casi olvidado hoy día donde apenas subsisten en las grandes ciudades o en hipermercados y grandes almacenes.

Esa música nos la traían gurús de la comunicación tan camaleónicos como Ramón Trecet, con su mítico programa Diálogos 3, a la hora de la siesta; y también recuerdo otro espacio, este en M80 Radio, que se llamaba Música privada, y que se emitía en las primeras horas de la madrugada.

Cualquier dato al respecto de estas nuevas músicas, suponía para los jóvenes que nos adentrábamos en esta movida, un cúmulo de comentarios y ante todo un deseo de poder contar en un futuro con alguno de esos discos, que los rectores de esos programas decían traer de Estados Unidos.

El caso es que circulaba entre nosotros una especie de mafia buena, de la que se derivaba que alguien que había conseguido un disco se lo grababa a otro, ese otro a un tercero, y así sucesivamente, cuando no se grababa directamente de la radio, con la escasa calidad que aquello tenía. Ese mercadeo de cintas de casete nos trasladaba una jerga que si hoy nos la escucharan nuestros jóvenes creerían que hablamos en chino. Las cintas de hierro, baratas y populares; las de cromo, más caras pero para algo más sofisticado que querías que fuera duradero; y las metálicas, estas eran profesionales y de precios prohibitivos para los jóvenes (yo nunca las vi). Todavía tengo en mi casa una bolsa con decenas de cintas, de las que no me deshago por cariño, porque, de vedad, jamás volveré a escuchar.

Uno de esos grupos que sonó en mis primeros años de accesión a la New Age fue este Nightnoise, realmente su música me parecía la quintaesencia de estos nuevos sonidos que aparecían como una revolución musical, una especie de revisión de sinfonías clásicas actualizadas. Aun asumiendo que, reitero mis calificativos, era una música suave, dulce, sedosa, alegre, vital. Te daba la sensación de ser algo elaborado con mucho gusto. Fabricada sin letra en la mayor parte de las composiciones, para provocar en el oyente un cúmulo de sensaciones; me imaginaba y me imagino que la música sin letra es como un libro sin imágenes, en el que tu mente debe hacer un esfuerzo para evocar lo que se transmite, al igual que imaginas la cara de los personajes de una novela por su descripción física.

Por cierto que en aquella época, aparte de dominar el nombre de no menos de veinte grupos, de ciudades estadounidenses en las que se vivía el movimiento con mayor presencia, también controlábamos algunos vocablos o expresiones propias. Por ejemplo «Windham Hill», se trataba de un sello discográfico que se había especializado en música New Age, y en aquellos tiempos (finales de los 80) apenas nadie era alguien si no se había acercado a aquella casa. De hecho, yo tengo todavía algún disco en cinta, que es algo así como «lo mejor de Windham Hill». A propósito, Windham Hill, hoy bajo el paraguas de Sony Music, fue creada por el guitarrista William Ackerman, uno de los padres de la New Age tal y como la concebimos actualmente y su antigua esposa Anne Robinson.

Pronto se hizo eco Windham Hill de la oportunidad de explotar a Nightnoise. El grupo nació fruto de la fusión de estilos, algo que en los 80 se atisbaba como la verdadera piedra filosofal de la New Age. Previamente a ello, hay que decir que se vivió en los años 70 en el mundo musical una especie de moda por la música popular irlandesa (celta), cuyo encumbramiento se vivió con el mítico grupo Clannad, del que salió la mediática Enya. Como consecuencia de ello otros grupos en Europa también se hicieron eco de ese gusto por la música étnica y en España también tuvimos nuestras secuelas, Celtas Cortos, salvando las diferencias, fue tal vez el proyecto más reconocible aunque formado ya en los 80. Hay que decir que la música celta, por su sonoridad y armonía, ofrece el perfil de mezclable y adaptable a otros estilos musicales.

El guitarrista irlandés Micheal O'Domhnaill participó en muchos proyectos musicales y era, de algún modo, uno de los estandartes de la música gaélica en esa década de los 70. Fue en una gira por Estados Unidos cuando Micheal quiso dar una vuelta de tuerca a su vida profesional y conoció al violinista estadounidense Billy Oskay especializado en jazz. Y ahí nació la fusión de música irlandesa y jazz en Nightnoise que tanto éxito les reportó, y en el que participaron Triona, la hermana de Micheal, vocalista, flautista y pianista, el flautista irlandés Brian Dunning, así como el violinista escocés Johnny Cunningham.

Como he referido, tuvieron unos años brillantísimos en la década de los 80, gracias a esa fusión bellísima que no tenía altibajos, y sí guiños a otros estilos tales como la música clásica, folk norteamericano, música cósmica y world music. Fueron evolucionando, bien es cierto, como cualquier otro grupo, pero nunca perdieron el norte de su estética.

Yo particularmente me decanto por un disco recopilatorio llamado «A Windham Hill Retrospective – Nightnoise» editado en 1992, con algo más de una hora de deliciosa música, muy bien tratada, con delicadeza y que estoy convencido de que el escuchante que acceda a oírla no quedará defraudado.

Aunque técnicamente este proyecto musical no se disolvió de manera formal nunca, tristemente sus emblemas fallecieron prematuramente, en particular Micheal O'Domhnaill en 2006 con 54 años, y antes Cunningham de un ataque al corazón en 2003 con 46 años.

Nightnoise estuvo de gira en España en 1997 y son muy gráficas unas declaraciones de Brian Dunning en las que señalaba a medios de comunicación de nuestro país, al hilo del éxito que tenía su grupo que «la gente está harta de música prefabricada para el consumo».

En definitiva, el recuerdo imborrable de un grupo inolvidable para la gente de mi época que nació casi a la par que yo a estas nuevas músicas.

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