MACGYVER, ESE SUPERHOMBRE MODERNO AL QUE DESEARÍAS TENER COMO AMIGO

Bienvenidos a la serie del hombre perfecto, especialista en todo lo habido y por haber: médico, arqueólogo, botánico, ecologista, químico, mecánico, manitas por antonomasia... y mucho más, una larga lista que amontona MacGyver, este superhombre de la calle que con su aspecto de hippy y un tanto bobalicón, era capaz de conseguir todo lo que se propusiera, haciendo uso de unas cualidades especiales, en una reinterpretación del viejo concepto de la eficiencia de los recursos escasos, considerando que a veces apenas contaba con su inseparable navaja suiza.

No hace mucho leí a un bloguero escribir en un tono un tanto socarrón más de cincuenta calificativos acerca de las «especialidades», yo diría que casi infinitas de este individuo. Y es que a lo largo de los casi ciento cuarenta capítulos de esta exitosa serie, a este mítico personaje le da tiempo a mostrarnos sus virtudes en casi cualquier cosa; por eso, aunque este bloguero sarcástico me podría parecer que exageraba en un principio, llevaba mucha pero que muchísima razón.

Y es que no debemos darle demasiadas vueltas, MacGyver también es una revisión del concepto de superhéroe o de caballero andante, un superhéroe moderno, que con herramientas que tú tienes en tu casa, él es capaz de salvar la humanidad, como también a viejecitas desvalidas, a bosques acosados por la presión urbanística, o a jóvenes con vidas descarriadas.

Si la serie la ves de semana en semana, se te hacía entretenida, doméstica, apacible; pero si te cargas algunos capítulos de una vez, como yo he hecho recientemente, este MacGyver termina por ser un poco repelente, vomitivo hasta cierto punto. No se puede ser tan perfecto, ni por ende, tener unos enemigos tan imbéciles.

Y es que MacGyver trabaja para una extraña fundación filantrópica, la Fundación Phoenix, cuya base es la defensa medioambiental de la humanidad, pero es por analogía también una entidad dedicada a deshacer entuertos, a colaborar en la paz mundial y equis miles de cosas... buenas, porque era una fundación al estilo de su personaje, un comodín de actividades para dar cobertura al genio macgyveriano.

Pero, a ver, centrémonos, Televisión Española la compró para la tarde de los sábados, cuando entonces no nos asaeteaba con películas de Paco Martínez Soria o Manolo Escobar, y había que pensar en un producto que no alterara a las masas, fundamentalmente para la familia al completo, mayores, jóvenes y niños, que eran un colectivo que nuestra televisión pública, la única hace veinticinco años, consideraba que era a quien se debía destinar el producto, por tanto, debía ser algo para todos los públicos, con escasa o nula violencia, con acción, toques de comedia, y por supuesto, final feliz, para que nadie estuviera angustiado durante la semana. Y la serie tenía todos esos ingredientes, para empezar, a MacGyver nunca se le vio empuñar un arma de fuego, era su principio fundamental, y otro también era que aunque se defendía nunca mataba a nadie (si alguna moría era por su propia maldad o de forma fortuita).

No obstante, y fuera de toda esta declaración de principios, MacGyver funcionaba porque era el supermanitas, el hombre que todo chapuzas tuercetornillos como yo desearía tener como amigo. La expectación iba creciendo a medida que avanzaba cada capítulo, pues generalmente el genio solía hacer uso de sus trucos al final de cada uno de ellos. Era cuando se valía de esos «recursos escasos» y era capaz de hallar una solución en segundos para convertir el caos en luz.

Y es que hay que ser sincero, los enemigos de MacGyver tenían porte, cara de malos malísimos, procedimientos deleznables, intereses aviesos y escasísimos principios, pero todo ese esfuerzo de fachada no tenía transferencia en la cabeza, pues todos sin excepción carecían de la más mínima inteligencia o raciocinio, y es que cuando podían liquidar a su peor adversario con facilidad, metiéndole un balazo sin más, invariablemente lo solían encerrar en alguna habitación o almacén donde había de todo para que el hombre perfecto lograra una artimaña, muchas veces acuciado por el tiempo, y saliera con suficiente energía para doblegar a sus captores.

Y es que la secuencia en la mayoría de los capítulos era muy similar, era una especie de sube y baja, primero daba él, luego daban los malos y finalmente él remataba la faena, y en todo ese intercambio, pues MacGyver sufrió más estocadas que un torero: le disparan, se queda ciego, cojo, manco, sordo..., pero como tenía más vidas que un gato, en el capítulo siguiente había recargado las pilas como si de un héroe de videojuego se tratara, el cual se reiniciaba cada semana.

Ni que decir tiene que la serie fue y seguirá siendo por mucho tiempo, una de las más populares en el mundo entero. En España se sigue hablando de MacGyver cada día, como una especie de mito, para comparar a aquel individuo que con medios escasos es capaz de conseguir una máximo rendimiento. Y y no pocos fueron los chistes que se hicieron con MacGyver, recuerdo aquel que decía que era capaz de construir un transatlántico con un clip y que encima le sobraban piezas.

Lo sorprendente de todo este éxito es que, bajo mi punto de vista, no era para tanto; pues quitando la primera temporada y la segunda, donde se despertó interés por los trucos de su protagonista y donde se prodigaba bastante con su ingenio y astucia, las temporadas posteriores fueron un poco aburridas, y los trucos nada trabajados. De hecho, había menos acción que lo que la gente se piensa, mucho diálogo pesado y que no hacía más que llenar el tiempo hasta la traca final.

Tampoco se puede decir que contara con un gran presupuesto esta producción, y esta también es una apreciación personal. Hay que decir que uno de los capítulos donde las productoras tienen que invertir más dinero es en las personas, los extras, algo nada baladí y que impide, por ejemplo, que se desarrollen series de temática deportiva, ya que de momento necesitarías mucha gente para llenar un estadio (si no observen en alguna serie española algún partido de fútbol o de baloncesto, no hay nadie viéndolo). En MacGyver ocurría esto, poca gente en cada capítulo y escenarios un tanto solitarios para no tener que llenar con gente, de hay que hubiera gran profusión de talleres, garajes, naves industriales, espacios al aire libre..., de hecho, muy pocas veces vimos a MacGyver en medio de una gran ciudad.

En esos escenarios al aire libre, a veces, en lugares inexistentes y países inventados, ocurrió si no recuerdo mal en la primera temporada un ejemplo claro de que entre Estados Unidos y el resto del mundo y España en particular nos separan, aparte de unos miles de kilómetros, un abismo de conocimientos. En aquel célebre capítulo MacGyver acudía al rescate de una científica al País Vasco, donde una especie de grupo armado sudamericano, ataviado con chapelas, descamisados y con costumbres algo primitivas, nos quería dar la sensación de que era otra cosa, en una comparación absurda, sobre todo en aquellos años 90 del siglo pasado.

La serie se remataba con un matiz un tanto cutrecillo, y es que si el bueno de Richard Dean Anderson, que era el actor que encarnaba al personaje, pues atesoraba tantas virtudes, encima era un rompecorazones y en cada capítulo hacía una conquista, poco más o menos que tenía en cada episodio una nueva novia, como marinero en cada puerto. Y de verdad, esa deriva un poco machista, pues a mí no me gustaba nada, sobre todo porque cuando yo veía la serie me las veía y me las deseaba para hacer mis pinitos con las muchachas, y al MacGyver este le daba tiempo en tres cuartos de hora, a fabricar una bomba, salvar el mundo y encima enrollarse con una periquita, ¡abusón!

Y ahora vamos a desvelar algún secretillo, ¿era realmente Richard Dean Anderson un superhombre? Pues lamentablemente para él, no era para tanto, y en las escenas arriesgadas (caídas, saltos, golpes...) solía estar sustituido por un extra de acción, ¡qué pena!

Pero más importante que poner en tela de juicio al actor de MacGyver es ¿los trucos tenían fundamento físico? Aquí había que plantearse si ha habido alguien que se haya preocupado de probar si los experimentos de la serie tenían base científica y si realmente funcionaban. Es muy probable que a lo largo de este mundo muchos hayan intentado desmontar su efectividad, pero lo más serio que he visto viene de la mano de otra serie de televisión que está en emisión en la actualidad, se trata de «Cazadores de mitos», en una de sus entregas intentaron probar dos inventos de MacGyver. Uno era una especie de ultraligero hecho con cañas de bambú, en el que nuestro supermán se elevaba junto con un acompañante y huía de sus antagonistas; en la prueba real el ultraligero se despeñó por una montaña. En otro experimento intentaron derribar una pared introduciendo un gramo de sodio en agua, la explosión fue casi imperceptible. En definitiva los mitos «fueron cazados», y es muy probable que a lo largo de la serie, con una pequeña base científica se quisiera adornar algo mucho más magnificente.

De la vida pasada de MacGyver se conocía tan poco como tanto de su vida presente. Apenas trascendió que se había criado con su abuelo, que le encantaba el hockey sobre hielo, que tuvo muchas amiguitas, y que jamás se supo su nombre de pila, ¿o sí? En el último capítulo a nuestro héroe le sale un hijo que es una fotocopia de él, por su ingenio e inteligencia, el cual se llama Angus, y se quiere dar a entender que ese sería el verdadero nombre de MacGyver. De hecho, ese hijo es la justificación para acabar la serie, pues se larga con él a descansar y a conocer mundo, más mundo.

Por último, hay que citar a esos personajes recurrentes de la serie que suponían el adecuado complemento para este proyecto televisivo y su cabeza visible; así Pete Thornton (Dana Elcar), jefe de MacGyver en la Fundación Phoenix, y que se embarcaba con él en alguna que otra aventura; Jack Dalton (Bruce McGill), aviador y amigo de MacGyver, metido siempre en asuntos turbios y al que de vez en cuando había que salir a su rescate; Murdoc (Michael Des Barres), el archienemigo de MacGyver, que aparece a lo largo de la serie, tan escurridizo como tonto, ya que intenta liquidar a su enemigo más acérrimo pero siempre falla y muere, o eso parece, porque vuelve a escena milagrosamente unos capítulos más tarde.

En fin, una serie que de verdad no fue para tanto, pero que se ha quedado en nuestro subconsciente como un magnífico entretenimiento para los sábados por la tarde, y ese mérito no seré yo quien se lo quite.

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