"TRATA DE ARRANCARLO CARLOS", CARLOS SÁINZ Y SUS EPISODIOS DESAFORTUNADOS

Muchos como yo en nuestra juventud pasamos a tener cierta predilección por los rallys, más que todo porque participaba el prohombre del automovilismo en nuestro país, Carlos Sáinz, por supuesto mucho más laureado que Fernando Alonso, aunque estamos hablando de diferentes disciplinas de este deporte y épocas distintas.

Aún recuerdo que en el verano de 1990 todos mis amigos nos hacíamos eco de una pedazo de noticia en este deporte, como era que nuestro Carlos había ganado el célebre Rally de los 1.000 Lagos en Finlandia, rompiendo la hegemonía nórdica hasta ese momento, pues en cuarenta años de existencia de este rally, ningún piloto no nórdico había conseguido subirse a lo más alto (después ya lo lograrían otros).

Eran aquellos años en que Carlos Sáinz, un tipo al que se notaba en las entrevistas de televisión que tenía un carácter fuerte, aparecía con cierta habitualidad en los telediarios, porque se había metido de lleno en la lucha por el triunfo en los Campeonatos del Mundo de rallys, en esta disciplina deportiva donde jamás había sonado el nombre de España, y donde se repetían sin cesar los apellidos suecos y finlandeses, países precisamente donde existía y existe gran predicamento por esta especialidad.

A Carlos Sáinz le faltaron unos años para ser más mediático, considerando que en la actualidad los noticiarios de cualquier cadena generalista en España dedican a deportes, fútbol fundamentalmente, casi la mitad de su duración y hay mucha, demasiada paja. Dos detalles de este deportista se nos quedaron en la retina a los aficionados, su peculiar copiloto Luis Moya y su reiterada mala suerte que se resume en aquel mítico «trata de arrancarlo Carlos».

Lo de Luis Moya dio para mucho, aunque ahora hubiera dado para más, los de mi época recordarán su singular manera de dar las instrucciones a su compañero en ese momento, una jerga propia, aparentemente ininteligible, en la que como suele ocurrir en estas carreras se anticipa las características de los tramos: ángulo de la curva y salida de la misma, desniveles, peraltes, saltos, medidas de las rectas... Las imitaciones que se hacían de Luis Moya eran proverbiales, célebre es aquel «a ras», acompañado de una serie de números y algún derecha – izquierda, pero todo muy rápido y con un notorio deje galleguiño, pues Luis era y es de La Coruña.

Y digo que era su compañero en su momento y entiendo que amigo por entonces, cuando también trascendió que tras quince años juntos, en 2002 se separaron por asuntos económicos y ello implicaba también desavenencias personales. Después se han unido en alguna ocasión para participar en algún rally de exhibición, pero ese tándem deportivo podemos concluir que no tuvo su espejo en lo cotidiano.

Por cierto, Carlos Sáinz comenzó en el Mundial en 1987 y su última participación fue en 2005, y aunque el copiloto que más tiempo estuvo con él (quince años) fue Moya, también tuvo otros compañeros a su lado y sigue teniendo, porque ahora, como muchos saben, se dedica a los rallys de aventura.

En esos dieciocho años acumuló once podios, con dos campeonatos (1990 y 1992), cuatro subcampeonatos y cinco terceros puestos. Cuando todavía competía en el Mundial era el piloto más laureado, con un montón de récords en su haber; pero vendría un monstruo como el francés Sebástien Loeb que desde 2004 a 2012 consiguió nueve títulos consecutivos y batió todo lo batible y aburrió a todo el mundo. De hecho, cansado de ganar dejó el Mundial en 2013 para adentrarse en nuevas experiencias del motor.

Y ahora vamos con aquella frase tan famosa de su copiloto, el cual tocando en el motor mientras salía humo de él, daba un grito desesperado sabedor de que no había nada que hacer. Esa frase repetida con el «trata de arrancarla por Dios»y después el «me cago en su p... madre» definió el culmen de la mala suerte en la que tú no pones nada de tu parte, porque en otros deportes la mala suerte tiene un componente personal, un tiro que no entra, un rechace, un tropezón, una caída, pero aquí fue terrible, porque se le rompió el coche en el Rally de Gran Bretaña en 1998 concretamente una biela de su Toyota Corolla a 500 metros del final cuando acariciaba el triunfo en el Campeonato del Mundo de ese año.

Lo cierto es que esa fue una temporada aciaga, pero siempre se nos quedó la impresión de que a Sáinz no le acompañó la fortuna en su carrera: accidentes increíbles (choque contra una oveja), averías raras, contrincantes en racha, y sigue, porque el madrileño no se ha separado del volante de forma oficial y profesional, pues siempre suena como aspirante al triunfo en el rally Dakar y justo en esta edición de 2015 también sufrió un revés, primero tuvo problemas con el turbo, y posteriormente en la quinta etapa, después de desajustes previos con la dirección asistida, finalmente cuando iba con su copiloto detrás de un quad que levantaba mucho polvo, impactó contra una piedra dando cinco vueltas de campana y dejando el coche prácticamente fuera de combate.

Pues aquella leyenda o mito del «trata de arrancarlo Carlos» ha quedado depositada en la memoria colectiva de este país y lo que no trascendió tanto como aquella frase es que aunque estaban a 500 metros de la meta, para ser ganadores tenían que haber conducido 70 kilómetros en un tramo neutro o enlace hasta la meta final, es decir, que ni haciendo algún arreglito tipo MacGyver podrían haber podido hacer lo que restaba para concluir oficialmente el rally.

Tantas circunstancias adversas siguen dotando a Carlos Sáinz de ese halo de deportista con mala fortuna y, pese a los reveses, él persevera y continúa disfrutando con lo mejor que le puede pasar a una persona y a un deportista, o sea, convertir en profesión tu pasión.

Por cierto que en esta temporada 2015 y recordando ese célebre aforismo de que «de la casta le viene al galgo», su hijo Carlos, al que no quieren que se le conozca como Jr o hijo de..., participa en el Mundial de Fórmula 1 tras unos años precedentes de brillantes resultados en fórmulas de promoción, ahora da el gran salto y esperemos que pueda revertir con oficio y una pizca de suerte, la mala fortuna que ha ido acompañando a su padre.

Para finalizar, y aunque no tenga que ver nada con Sáinz, hace poco leí unas declaraciones de Jaime Alguersuari en las que decía que para ser piloto de Fórmula 1 había que tener mucho dinero, y también que los resultados en ésta dependían un 80 % del coche y un 20 % del piloto, justo lo mismo que yo aventuré en octubre de 2013 en esta bitácora con ocasión del aburrimiento que me generaba este deporte (a mí y a la mayoría) y los recordados coches de seis ruedas.

No sé si los Carlos Sáinz padre e hijo tienen mucho dinero, lo que sí es cierto es que les seguiremos los pasos para ver cómo se siguen modelando sus vidas deportivas, tan apasionantes.

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