LA HISTORIA DE JULIUS YEGO, PORQUE LOS NEGROS TAMBIÉN LANZAN

Estuve este pasado fin de semana nada más y nada menos que en una despedida de soltero, da desde luego para escribir un libro, y con el calor de las copillas allí estuvimos hablando de todo un poco y, por supuesto, solucionando el mundo.

A las tantas de la tarde o de la noche, que ya no me acuerdo por lógicas razones, no tuvimos otra ocurrencia más sana que hablar de atletismo, en concreto, de las evoluciones de mi hijo en el atletismo infantil. Para los que no me conocen, he de decir que mi hijo es negro, y hablamos por extensión del término «negro», cuando en realidad, mi hijo y yo coincidimos en que el color más exacto es el marrón, color chocolate con mayor concreción, pero como digo, por uso habitual y sin entenderlo necesariamente despectivo lo daremos por válido.

El objeto de nuestra tertulia era el de valorar y admirar en sus justos términos la idoneidad de la raza negra para la práctica del atletismo y casi, por ende, para la mayoría de los deportes. Pero nos centramos en concreto en su superioridad en el atletismo, muy especialmente en las disciplinas de carrera. Si tomáramos las quince mejores marcas en fondo y medio fondo, sin atender a la restricción de tres atletas por país en un Mundial o en unos Juegos Olímpicos, sería muy complicada la participación de algún corredor no negro.

Ese predominio, coincidíamos, no puede ser fruto de la casualidad, ni siquiera el hecho de que los países punteros estén situados a cientos de metros sobre el nivel del mar, y su aclimatación los hace superiores al resto cuando hay que competir donde las condiciones de demanda de oxígeno en sangre cambian de forma notable.

Y repasamos, carreras de velocidad, medio fondo, fondo, marathón, saltos, combinadas y ¿lanzamientos? Ahí nos paramos, mis compañeros de tertulia argumentaban que los negros comenzaban a fallar en aquellas pruebas donde el peso de la técnica era mayor que el factor físico y antropométrico. Sin embargo, en un conversación más que constructiva yo les argumenté que había buenos lanzadores negros con los cuatro artefactos y les puse el ejemplo de Julius Yego, un keniano que casi de forma autodidacta se había hecho un hueco entre los mejores jabalinistas del mundo, curiosamente aprendiendo con vídeos colgados en Internet.

Ciertamente si analizamos con algo de detenimiento, podemos comprobar que hay lanzadores negros en disco, peso, martillo (los menos) y jabalina, e igualmente lanzadoras. El caso más evidente tal vez sea el de los/as atletas cubanos/as; son buenos en todo y tienen unas marcas magníficas, y el atletismo cubano, como otros muchos deportes en ese país se nutre de la raza negra, considerando ¡ojo! que dos tercios de su población es blanca, y estamos hablando de un país que tiene una cuarta parte de habitantes que España, o sea, que sólo puede tirar teóricamente de unos tres o cuatro millones de negros y mulatos, aunque muchos menos por razones de edad.

Igualmente ha habido y hay muy buenos lanzadores de peso estadounidenses que son de color, y como la técnica rotatoria puede ser transferible al disco, también son buenos con este artefacto.

Pues sin entrar demasiado en detalle no es habitual ver a lanzadores de jabalina de raza negra en competiciones masculinas. Es verdaderamente una prueba muy técnica donde es común que haya en finales de los grandes campeonatos muchos atletas de Europa del Este e igualmente de países escandinavos, donde existe una enorme tradición por esta disciplina.

Casi como si hubiera surgido de la nada, al menos para el gran público, entre el que me encuentro, en 2012 pudimos presenciar cómo se colaba en la final de jabalina de los Juegos Olímpicos de Londres el referido Julius Yego, ocuparía la última posición de esa final (12º) con una marca de 77,15 m. (aunque para lograr acceder a esa final lo haría sobrepasando los 81 m.), pero ya supuso una nota diferente, casi exótica en una prueba dominada históricamente por los blancos. Curiosamente, no fue el único lanzador de color en la final, siendo además el oro con 84,58 m. para el atleta de Trinidad y Tobago Keshorn Walcott que aprovechó con suerte su gran momento de forma y la flaqueza de los favoritos.

La confirmación de que este peculiar jabalinista no estaba ahí por casualidad vino con el Mundial de 2013 en Moscú, donde esta vez no sólo se clasificó para la final, sino que en uno de sus lanzamientos se fue a los 85,40 m. superando su tope personal hasta ese momento. Hasta la última ronda de lanzamiento estuvo tocando metal, pero un postrero esfuerzo del ruso Dimitri Tarabin le privó del bronce. Y sí, con ese lanzamiento hubiera podido ser campeón olímpico un año antes, pero esta vez los lanzadores europeos estuvieron más acertados.

Con ese cuarto puesto Yego comenzó a acaparar páginas de periódicos, reportajes en Internet, y quizá también alguna reseña en las televisiones. La cuestión fundamental era obvia, ¿qué hacía un keniano lanzando cuando en su país todo el mundo corría?

Y la historia de este jabalinista es muy simpática, comenzó practicando bien joven con jabalinas de madera casi construidas por él mismo, porque en Kenia pocas jabalinas homologadas existían y viendo que progresaba comenzó a perfeccionar su técnica. Pero cómo progresar en un país donde todo es correr, los medios son escasos y entrenadores de lanzamiento no había, pues ni corto ni perezoso nuestro protagonista se puso a ver vídeos de los mejores. Hay varios vídeos en Internet en los que él mismo narra cómo aprendió la técnica viendo lanzar, entre otros, a uno de los mejores jabalinistas de la historia, el noruego Andreas Thorkildsen, el cual tiene la triple corona, campeón olímpico, mundial y continental. En uno de los vídeos Yego comenta cómo observó que Thorkildsen realizaba el latigazo sacando la jabalina desde la altura de sus ojos. Del mismo modo, también vio vídeos en Internet para aprender las técnicas de entrenamiento, en este caso, qué tipo de rutinas de musculación debía seguir en un gimnasio, que a buen seguro tuvo que improvisar también.

La trascendencia mediática de Julius Yego ha sido tal en su país que todos le conocen como Mr. Youtube Man, por obvias razones; popularidad que ha arrastrado a muchos confines de este planeta donde su historia no ha pasado desapercibida.

La lectura primera de esta pintoresca historia es la de la capacidad de superación y compromiso de un deportista, que puede vencer a las adversidades y convertirse en un atleta de élite a base de esfuerzo y de rebasar cualquier obstáculo.

La segunda lectura tiene que ver con la conversación que mantuve con mis amigos y que me motivó a escribir esta entradilla, y es el hecho de que los atletas negros en general lo pueden hacer muy bien en cualquier disciplina incluso en aquellas donde influye más la técnica. Este es, además, un caso palmario, un tío con pocos recursos e instalaciones es capaz de llegar a lo más alto, teniendo un físico envidiable y con un apoyo técnico muy precario (vídeos de Internet).

Dicho esto, para los que quieran aprender lo que sea, Internet es la fuente de sabiduría más grande que el ser humano haya creado jamás; tienes al alcance de un clic, toda la información que desees, la mejor, y sus límites aún no los hemos asumido.

Y ya por extensión lo voy a decir, considero que los negros están más capacitados que cualquier otra raza en todos los deportes, la única diferencia es la disponibilidad y acceso a esa técnica. Se dice que no hay muchos nadadores negros, tal vez la potencia muscular los limite, aunque los corredores etíopes son muy estilizados y nada musculosos. Lo cierto es que en condiciones normales un deportista negro compitiendo en cualquier disciplina es más musculoso que un compañero suyo con el que entrena todos los días, basta con mirar el brazo de un negro que lanza un tiro libre y un blanco del mismo equipo, algo que podemos comprobar estos días con ocasión del Mundial de baloncesto en nuestro país.

Por cierto que en España el récord nacional de jabalina en categoría masculina es muy barato (78,78 m. de Julián Sotelo y data de 1992), probablemente el más barato tanto en categoría femenina como masculina de cualquier disciplina atlética de carácter olímpico, y no hay visos de que se bata a corto plazo. Basta con echar un vistazo a las convocatorias de la selección española en los últimos diez años y la alternancia de nombres en la consecución de los campeonatos de España, no hay un claro dominador. Varios atletas consiguen superar los 70 metros, pero no ha habido ninguno recientemente que por sensaciones y proyección pueda superar el tope y rebasar los 80 metros que es una distancia ya de una cierta relevancia.

Los kenianos tienen un sistema de proyección de sus atletas de élite muy interesante, y es que los hacen funcionarios del cuerpo de policía, Yego ya lo es, con lo que pueden entrenar al nivel que requieren y tienen asegurado su futuro posterior; y qué mejor que contar en la policía con gente que puede correr detrás de un delincuente como nadie.

A todo esto, Julius Yego ya no vuela solo, ya ha estado entrenando en Finlandia, casi la cuna de la jabalina moderna (hay más de cincuenta finlandeses que tienen mejor marca que nuestro récord de España), y ahí ha seguido perfeccionando su técnica. Así que esperemos que en futuras citas lo veamos en lo más alto y, además, rompiendo moldes y estereotipos, es joven, tiene 25 años, y no tiene límites.

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