"YO FUI A EGB", DE JAVIER IKAZ Y JORGE DÍAZ

Me regaló este libro mi hermana para Reyes, y es un consabido best seller actual que corona muchas librerías españolas y llena páginas en revistas y periódicos sobre recomendaciones literarias, así que con mucha ilusión acogí esta joyita que me ha provocado no pocas sonrisas y ratos agradables.

Al no tratarse de una novela no tenía que leerla del tirón, no, lo mejor era ir deleitándose poco a poco con ella, bebiendo pequeños sorbos cada día, porque de otro modo, en una lectura mucho más rauda, el empacho hubiera sido de órdago y la habría disfrutado mucho menos.

Así que he estado unos tres meses y medio con el libro en mi mesita de noche y, de vez en cuando, sobre todo cuando estaba algo decaído, ahí estaba este pequeño ser inerte pero con mucha vida espiritual para alentar mi memoria y darme ese terroncillo de azúcar imprescindible para levantar mi ánimo.

El libro en sí no es que descubra nada nuevo, hasta cierto punto el libro habrá sido fácil de escribir por sus autores; no obstante, el acierto es que hayan sido ellos y no otros los que han llevado un proyecto que nació de forma un tanto inocente hasta sus últimas consecuencias. Al parecer todo empezó con un muro en Facebook que era algo así como el título del libro, es decir, «Yo fui a EGB», después fue una página web; aquel muro se convirtió en lo que se denomina en la actualidad un «fenómeno viral», donde un sinfín de españoles de mediana de edad, entre los que me encuentro, aunque yo no participé, se dispusieron a contar sus vivencias, anécdotas, a colgar fotos, productos y símbolos de aquella época... Ellos son los abanderados de este movimiento.

Pero qué época, los autores abarcan un intervalo temporal muy amplio, el de la década de los 70, 80 y mediados de los 90 del pasado siglo, o sea, como se puede comprobar un espacio amplísimo, casi un cuarto de siglo donde los autores han tenido muchísima veta de donde tirar y lo que te rondaré morena. Dicho esto, no me cabe duda de que el libro es una auténtica compilación, porque la temática hubiera dado para escribir una enciclopedia, incluso no descarto que este libro pudiese tener en el futuro una secuela.

Una de las lecturas más interesantes que he entresacado del libro, que es ante todo español y para españoles (alguien que no es de este país no lo disfrutaría igual, ni entendería muchas cosas), es que la inmensa mayoría de los que vivimos esa época, los que fuimos a EGB, vivíamos de forma similar, teníamos las mismas vivencias, hacíamos lo mismo, nuestros padres hacían lo mismo, nos emocionábamos conjuntamente e íbamos todos a la «moda», sin que, y ahí va lo más sorprendente, existieran redes sociales.

Un simple gesto como el de rellenar un bote de plástico con rosca que acababa en espray con colonia a granel olor a limón, y que nuestros padres, a mí mi padre, nos rociaban compulsivamente por la ropa, el pelo, la cara, las manos, eso sólo ocurría en España, daba lo mismo que estuviéramos en el sur, en el norte, en el este o en el oeste, ¿quién no ha vivido esa experiencia? Y como esta otras muchas.

Este trabajo coral nos habla de música y sus intérpretes, juegos, comidas y bebidas, marcas, programas y películas, modas, manías, la escuela, las chuches, la casa, nuestros padres y nuestra vida en general a lo largo de los aspectos más cotidianos.

Es un libro facilísimo de leer, y rápido si uno hubiera querido, aparte porque está convenientemente ilustrado, con fotos que a cada cual te reportarán a escenarios pretéritos, y por todos deseados para qué lo vamos a negar.

Por si fuera poco, su redacción es muy amena, los autores no se andan con giros literarios, narran sus vivencias de forma jocosa y en algunas páginas nos ofrecen, incluso, unos divertidos test en los que ponen a prueba la memoria y el baúl particular de nuestros recuerdos.

Pero ahondando en esos gestos que repetíamos todos los españoles, hay un detalle especial que viene repitiéndose a lo largo del libro, y es el de esa especie de leyendas urbanas que se iban propagando por todos sitios (y repito sin redes sociales). De hecho, me reí mucho cuando observé que todo el mundo manejaba ese mito de que si en la envoltura de un caramelo Sugus, podías ver diez veces el nombre completo de la marca sin cortar, yo nunca lo conseguí, te darían gratuitamente una caja de esos suculentos y célebres. Del mismo modo, que corría el rumor de que si juntabas no sé cuántos miles de las tiras de plástico que envolvían la parte superior de los paquetes de tabaco y los mandabas a no sé qué sitio, se conseguiría una silla de ruedas para un pobre niño inválido en sepa Dios qué lugar.

Más allá de la lectura de esas páginas que tienen multitud de gratísimos recuerdos, la reflexión principal es que el libro te lleva a aquella época infantil, la de EGB, esa en la que entrabas al colegio con ilusión, y el aula olía a una mezcla de goma de borrar, tabaco del profesor, lejía y virutas del lápiz convenientemente afilado con el sacapuntas. Fue una época en la que un año parecía un siglo, no como ahora, y en la que según mis padres, y hablo de la década de los 70, jamás se vivió con tanto bienestar en este país, entiendo que para ellos lo fue, después de vivir la posguerra; y ahí estábamos los niños de esa nueva clase media, alegre, que sin grandes alardes vivíamos felices, disfrutando de la vida en cada pedazo de lo cotidiano.

Imprescindible, pues, este libro para la gente de mi época, e imposible pasar sus páginas sin esbozar una sonrisa.

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