Y ESPAÑA JAMÁS GANARÁ EUROVISIÓN

Chikilicuatre es encarnado por el actor David Fernández, y fue producto del programa de BuenafuenteEs más el ruido que las nueces y a veces ni eso; tanto bombo y platillo para el Festival de Eurovisión y al final de todo este montaje, resulta que la gran mayoría de las canciones ganadoras no han pasado a la historia y ni muchos menos el resto.

Este Festival, no nos engañemos, se ha convertido en el gran acontecimiento friki del año en Europa, donde se pasean por el escenario que toque todo tipo de propuestas musicales extravagantes que se nos puedan ocurrir: un tipo lanzando alaridos al micrófono, un grupo de ancianas rusas cantando una canción popular tras haberse pimplado varias botellas de vodka, un cuarteto de griegos vestidos de astronautas y hasta un actor español reconvertido en Rodolfo Chikilicuatre al son del “perrea perrea”.

He pasado de seguir con cierta devoción este concurso, especialmente cuando era niño, a una notable indiferencia. No veo el Festival salvo que me pille en casa y no tenga otra cosa mejor que hacer, y si lo hago es porque me río bastante y porque estoy con la familia, con lo que puedes sacarle más jugo a las frikadas de los participantes, del montaje en general, pero sobre todo de lo fácil que es acertar el voto de los países en función de sus lazos vecinales.

Pues sí, de niño tenía marcada la fecha del Festival como oro en paño, no te lo podías perder, aparte de que durante muchos años no había otra cosa, TVE era la única televisión. El sistema era atractivo, una canción por país y luego los siempre apasionantes televotos, pero año tras año ocurría igual: España fracasaba.

Es más, siempre estábamos convencidos de que la canción española era buena, muy buena o, sin duda, la mejor, y luego venía la cruda realidad. Y lo intentábamos de todas las maneras: lento, rock, un poco flamenco…, pero a Europa no le gustaban nuestras canciones.

Y así, con esa decepción continuada y que uno se fue haciendo mayor y entendió los tejemanejes de los votos, pues al final terminé por desintoxicarme aunque me fumo un pitillo de vez en cuando, o sea que lo veo si como he dicho, ese día da la casualidad de que estoy en casa a esa hora.

Por eso me acuerdo más de los participantes españoles de hace veinte años y muy poco o casi nada de los de las últimas diez ediciones. Por supuesto, hay que recordar aquella ocasión en la que Betty Missiego estuvo a punto de darle a España el triunfo, pero nuestro jurado fue demasiado legalista, pues íbamos en cabeza a falta de la última votación y sólo quedaba el voto español, le otorgamos los puntos suficientes a Israel si no recuerdo mal y nos quedamos segundos, esto no pasa nada más que en nuestro país; sí, porque no me imagino a los jurados de otros países teniendo esta oportunidad de ganar y mostrándose tan honrados.

La gitana sevillana quedó última y no obtuvo ni un mísero votoLos ritmos flamencos y rumberos han sido también un recurso habitual para nuestro país, hemos apostado cada cierto tiempo por la música de nuestra tierra aunque no pueda ser muy entendida por ahí fuera, así Peret, Azúcar Moreno o Remedios Amaya, la cual tiene el dudoso honor de ser recordada por su último puesto con aquel “¿Quién maneja mi barca?”, que yo creo que no le trajo demasiados beneficios a la gitana sevillana.

Esa obsesión por las músicas autóctonas no es, desde luego, sinónimo de éxito en Eurovisión, hay muchos factores, pero sin duda, uno de los elementos que puede contribuir a que una canción sea votada por más países es que su melodía sea suficientemente pegadiza y popular. En España hemos hecho de nuestra capa un sayo en muchas ocasiones, y un poco al grito de “que inventen ellos”, hemos llevado lo nuestro, nuestras señas de identidad y nos ha importado poco el resultado final, ¿es esto criticable?, pues no sé, ahora después daré mi opinión.

Lo que sí parece cierto es que Eurovisión no es sinónimo de garantía de éxito futuro, y a la vista está que a ningún gran grupo o cantante se le ocurre acudir a este Festival, digamos que, o acuden artistas noveles, o cantantes en su declive, o como ocurre últimamente en nuestro país, se apuesta por productos que se sitúan en el pelotón de la fama, o sea, conocidos en nuestra tierra, pero en el resto de Europa prácticamente inéditos. Este año con “El sueño de Morfeo” es un claro ejemplo.

En todo caso, lo que más joroba de este concursito es que antes con jurado profesional, después con el televoto democrático y ahora, al parecer, con un tipo de votación mixta (50% de voto telefónico y 50% del jurado profesional); la historia nos dice que este es el pasteleo mayúsculo de la primavera europea. Las relaciones de vecindad cubren de estiércol el conjunto de las votaciones, baste con saber un poco de geografía física, social y económica para saber a quién van a darle una de las máximas puntuaciones Letonia, Suecia, Chipre o Bosnia-Herzegovina.

La desmembración de la antigua Unión Soviética proporcionó nuevos estados, pero donde hubo fuego aún quedan rescoldos, y Ucrania le dará muchos puntos a Rusia y viceversa. Por supuesto, Chequia apoyará a Eslovaquia, y estos no le van a hacer un feo a sus hermanos y antiguos compatriotas. Esto evidentemente es extensivo a la antigua Yugoslavia. Igualmente de todos es sabido que en Alemania vive una nutrida colonia de turcos (más de dos millones y medio de ciudadanos) que no se cortan ni un pelo en reivindicar sus raíces. En fin, estos son algunos ejemplos, hay muchos más; de hecho, el que fuera el comentarista eterno de este concurso para nuestro país, el malogrado José Luis Uribarri, se había aprendido de memoria todas estas “relaciones de influencia” y se adelantaba a las votaciones de los jurados, acertando en la mayoría de las ocasiones.

En definitiva, esto es un cachondeo de tomo y lomo, en el que yo diría que tienes las de perder cuanto más grande eres, es decir, Gran Bretaña, España, Francia, Alemania o Italia, despiertan menos vínculos afectivos que los pequeños países; al fin y al cabo tiene el mismo valor los votos que se proporcionen desde Francia que desde micropaíses como Eslovenia, aunque obviamente voten más personas en el primer país que en el segundo. Es decir, esa relación de cariño es más fuerte cuanto más pequeño es el país, ¿por qué?, pues porque Eurovisión es la bandera de los frikis del Viejo Continente (sería muy atrevido decir de los catetos). Muchos europeos y no tanto los españoles, que a base de estrellarse tantas veces con la misma piedra le hemos dado la espalda a este Festival, me consta que se lo pasan pipa ese sábado por la noche de cada año, se juntan familias enteras, pueblos enteros y, por supuesto, votan masivamente. En España hay un claro ejemplo de cómo despierta emociones el concurso entre los no nacionales: de las tres canciones más votadas invariablemente en los últimos certámenes está siempre la de Rumanía, por razones obvias, da igual quién cante y sea cual sea la canción.

Por otro lado, no debemos olvidar que la mayoría de los países se han rendido desde hace ya casi dos décadas a cantar en el idioma de los hijos de la Gran Bretaña, encima que los países son pequeños y a veces sus lenguas son habladas por un puñado de millones de habitantes, no tienen ningún problema en retractarse por tal de agradar al resto de Europa. Pues, en ese sentido, siempre estaré con mi país, salvo alguna estrofilla en inglés que yo recuerde (“Europe´s living a celebration” de la Rosa de España), en Eurovisión se canta en español, si les gusta bien, y si no también. Por eso, que no les gusta la rumba, o el gitaneo, pues que se fastidien que, de vez en cuando, llevamos sabores patrios, y eso que yo soy poco flamenco o, a decir verdad, nada, pese a que soy andaluz. Y cuando llevamos al Chikilicuatre yo voté para que fuera, porque era la respuesta de un gran país al mamoneo vecinal que presenciaremos una vez más la próxima semana. Ahí estaba el tío, con su guitarra de juguete riéndose de Europa y haciendo reír a los españoles, ese año ganamos por goleada.

Y como realmente creo que la mejor canción que hemos llevado a Eurovisión es el “Bailar pegados” de Sergio Dalma, y los votos amigos imposibilitaron nuestro triunfo, ya estoy convencido de que estamos abonados al fracaso, algunas veces injusto.

Así que no ganaremos nunca Eurovisión, ni este año ni los sucesivos, ya llevemos una melodía fantástica o un espectáculo fabuloso. Algunos países han dejado de participar por estos apaños de votos y otros aparte alegan que están en crisis. Pues, de verdad, Televisión Española se podría plantear de una buena vez dejar de asistir a este paripé, máxime cuando incluso aporta al Festival, según tengo entendido, una importante suma de dinero vía la UER (Unión Europea de Radiodifusión), superior a la que aportan naciones pequeñitas, es decir, que le pagamos el viaje y el peinado a los macedonios y luego se ríen en nuestras narices. De forma que si hay que participar, participemos, pero que a nadie se le ocurra ganar, porque luego organizar el certamen, eso sí que es un pico.

La joven es hija de bailenense y visita muy habitualmente estas tierras; hablando español-andaluz a la perfección
Adelén
Curiosamente, y para terminar, todo lo que estoy diciendo se podría haber roto en esta edición de 2013, ya que por esos azares del destino, hace unos meses estuve viendo con mi familia, nada menos que la final de candidatos a Eurovisión por Noruega a través de Internet. ¿La razón? Pues bien sencilla, en ella participaba Adelén, hija de noruego y española de Bailén, a la que conozco desde que era un bebé, porque incluso fui de vacaciones una vez con mi mujer a ese país escandinavo. La niña, que es un encanto, llevaba una canción muy pegadiza, muy eurovisiva, y se quedó a las puertas, la segunda, así que se nos esfumó el sueño de ver Eurovisión por primera vez conociendo personalmente a una de las participantes.

Bueno, en todo caso, que el que quiera ver el Festival que lo vea, porque a falta de buenas canciones y con el chapuceo de los votos, uno puede regocijar la mirada viendo a guapas mozas y que no se me tome este comentario como machista, es algo natural.

Comentarios