SIDECARES, ESAS MOTOS DONDE EL ACOMPAÑANTE NO VA DE PAQUETE

Ahora que ha concluido el Campeonato del Mundo de motociclismo llega la hora del merecido descanso para toda una legión de jóvenes motoristas de medio mundo. He de decir que en contra de los gustos de muchos, a mí las motos me aburren un poco y, por el momento, me inclino más por la Fórmula 1, aunque sea porque haya un calvo que mantiene la tensión del telespectador aunque no pase nada de nada durante una hora y media.

No tenía intención de hacer balance de la temporada motociclista, ni lo voy a hacer, pero he recordado, eso sí, que hace bastantes años este Campeonato del Mundo tenía un curioso atractivo como era las carreras de sidecar.

No recuerdo cuándo ocurrió, tal vez hace más de veinte años, pero hasta ese momento con el programa de carreras de cada gran premio, entonces había como poco cuatro cilindradas, ahora ya sabemos que hay tres, también se introducía una carrera de sidecar que, obviamente, era el propio Campeonato del Mundo de esta especialidad.

¿Y qué paso? Pues que por el poco tirón mediático de los sidecares, imagino, se separó esta disciplina de las carreras de motos y se le organizó su propio calendario. Hoy compite en coincidencia con algunas de las carreras de resistencia que también han perdido popularidad, aún me viene a la memoria aquellas míticas 24 horas de Montjuic que también echaron el cierre hace más de veinte años.

Al igual que las motos surcan nuestras calles y carreteras, y muchos jóvenes aspiran a tener una moto de gran cilindrada para atrapar el viento, los sidecares son una reliquia del pasado que es difícil ver por nuestras calles. Es más, yo recuerdo que hace veinte años por lo menos circulaba uno por Linares, pero después no tengo constancia de haber visto otros.

Lo que quiero decir con esto es que las competiciones motociclistas tienen un trasfondo comercial, en el sentido de que las industrias moteras se supone que transfieren parte de la tecnología que utilizan en las carreras para sus producciones en serie. Por lo tanto, si la fabricación en serie de sidecares no existe o es limitadísima, el atractivo que las grandes marcas pueden tener para promocionarse se desvanece.

Aun así, el Campeonato del Mundo de sidecar sigue existiendo, como competición menor, pero al amparo, del mismo modo que las motos que vemos en la tele casi uno de cada dos domingos, de la Federación Internacional de Motociclismo (FIM). Tampoco le presta mucha atención la FIM a esta especialidad porque la información en su web es bastante escueta, pero bueno, este año ha habido siete grandes premios, tres en Alemania, dos en Francia y uno en Croacia y Hungría respectivamente. Estos lugares de celebración también ofrecen una idea de los países donde sigue habiendo cierto predicamento hacia esta disciplina deportiva. No compite ninguna pareja española en el Campeonato.

He deducido de la web oficial que en cada gran premio había dos mangas y en la competición oficial la parrilla se componía de no más de veinte sidecares. En esta temporada 2012 la pareja campeona ha sido la compuesta por los británicos Tim Reeves y Ashley Hawes, rompiendo la racha de dos Campeonatos victoriosos en las temporadas precedentes de los finenes Paivarinta y Hanni.

El hecho de por qué me he planteado escribir sobre sidecares en esta entradilla no puede ser otro que la espectacularidad de esta disciplina que, como poco, podría llamar la atención alguna vez de las cadenas de televisión para que echaran un reportaje. Aún me acuerdo como hace poco, Teledeporte tenía predilección por las carreras de motos sobre arena (Speedway) que competían en grandes estadios y donde participaban motoristas de escasamente siete u ocho países, deporte que a buen seguro interesaba a tres telespectadores o menos.

Pues eso que la competición de sidecar es puro espectáculo y derroche de adrenalina. En las manos del piloto está la suerte del dúo, pero del copiloto el que va literalmente en el sidecar, depende también muy fundamentalmente el éxito o el fracaso en las carreras, para ello debe salirse de su habitáculo hasta todo lo que le den su cuerpo y su habilidad para desplazarse por toda la máquina jugándose el tipo, y tumbarse a derecha o izquierda casi rozando el suelo para conseguir atemperar la fuerza centrífuga, algo que influye bastante en un vehículo tan inestable como este con tres ruedas y que está constantemente al borde del vuelco.

Hay que decir que el sidecar de competición no es ni mucho menos ese prototipo que tenemos en la cabeza de moto de ciudad de estilo retro (Lambretta o Vespa) con el sidecar al lado bien equipado. Los sidecares que compiten en grandes premios tienen más el aspecto de pequeños coches de carreras que de motos, son una especie de bólidos, las fotos que ilustran esta entrada dan fe de ello. No se compone de dos piezas motos y sidecar, es un solo chasis donde se unen motocicleta y sidecar, que se levanta yo diría que no más de cincuenta centímetros del suelo con el objeto de vencer la oposición del viento y alcanzar mayor velocidad.

Las cabriolas de los copilotos son un auténtico espectáculo, la compenetración entre ambos es esencial. El piloto, por su parte, no va sentado en la moto, al ser el sidecar notablemente más bajo que una motocicleta, este va arrodillado con la culata del motor pegada al pecho, no tiene margen de maniobra más allá de su manillar y es el copiloto el que completa con sus inclinaciones el afrontar las diversas curvas de los circuitos.

También hay sidecares en pruebas de motocross, todo un alarde de equilibrio y subidón de adrenalina. Si ya es complicado en una pista a toda velocidad, hacerlo en una pista llena de desniveles, con saltos, baches, a veces llena de barro…, debe ser una experiencia increíble donde la pareja tiene que respirar casi a la par.

En fin, que me gustaría que alguien en España se acordara alguna vez de los sidecares, en los medios de comunicación se refiere. Y, por mi parte, no soy un amante de las motos, pero si alguna vez me toca la lotería, me compraré un sidecar clásico y me vestiré de época.

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