ADDIS ABEBA, UNA SORPRENDENTE Y MARAVILLOSA "FLOR NUEVA"

Muchos sentimientos se arremolinan en mi cabeza cuando me dispongo a escribir sobre Addis Abeba, el lugar donde mi mujer y yo escribimos tal vez el principal capítulo de nuestras vidas. Ahora que han pasado unos meses y que uno ha asentado las emociones, ha llegado el momento de repasar de forma calmada algunos detalles de nuestra visita a un lugar increíble y mágico.

Mucha gente nos ha parado y nos ha preguntado en estos meses qué tal aquello, nuestra experiencia africana, cuánto había de verdad o mentira acerca de lo que conocemos sobre todo por los medios de comunicación de Etiopía y su capital, qué es África en definitiva.

Pues creo que la primera sensación que uno experimenta allí es que hay VIDA, gente por todos lados, para arriba y para abajo, andando, corriendo, hablando, negociando o simplemente sentada a las puertas de sus casas tomando un rico café. Este fabuloso bullir también lo inspira una frenética actividad comercial, pues las calles está repletas de locales que venden de todo y de nada, es decir, tienen poca variedad de productos, pero de lo que tienen hay bastantes existencias; eso hace que la gente deba caminar mucho para conseguir lo que en un país occidental obtienes en un supermercado. Es más ese hormigueo de gente no para ningún día, es como si los fines de semana no existieran y todos los días fueran iguales, pues en un domingo por la tarde pues ver a tanto personal ocupado en miles de tareas como un martes por la mañana.

Esta cuestión del abastecimiento puede que sorprenda al lector, porque muchos hemos asociado Etiopía con un lugar paupérrimo donde los niños se morían de hambre. Es cierto que tenemos en nuestra retina las imágenes que la televisión sacó allá por mediados de los 80 del pasado siglo, no obstante, las cosas han cambiado, al menos en Addis. No, no es que no haya pobreza en Etiopía, que la hay y seguirá existiendo, aunque últimamente se produce más por los refugiados de otros países que acceden a este, y porque sigue habiendo zonas rurales en este inmenso país, donde la civilización llega con cuentagotas.

Me hace mucha gracia cuando escuchas en España lo mal que está todo a consecuencia de la crisis, pero en Etiopía viven en una crisis desde siempre y no pasa nada. Para ser más precisos, en un lugar donde no hay excesos la gente se conforma con lo que tiene y vive con poco o menos, y es feliz. En nuestro país nos hemos acostumbrado a tener mucho y bajar la cota ya supone un sacrificio en el estado del bienestar que nos abruma.

Y también me río, no lo puedo negar, cuando se habla tanto en España del umbral de la pobreza. Podríamos utilizar cualquier ranking de medición del desarrollo económico mundial, competitividad o similar para apreciar que mientras nuestro país con crisis incluida está entre los puestos 30 – 40, Etiopía se sitúa en los últimos lugares, entre las veinte naciones menos desarrolladas de la Tierra, y eso implica estar en los últimos escalones en infraestructuras, estabilidad macroeconómica, salud, educación, mercado de trabajo, mercado financiero, I + D… El umbral de la pobreza básicamente no existe en Etiopía, allí son pobres. Un pobre en España puede comer tres veces al día, otra cuestión es saber cuáles son las fuentes de la que se nutre, y por el momento la solidaridad llega bien, en Etiopía una persona normal tal vez no pueda hacer tres comidas al día y mucho menos copiosas.

Es evidente que hay pobreza, que ves pobreza en las calles, niños pequeños que se te acercan a pedir y con que les des al cambio medio euro ya les has solucionado buena parte de la jornada. Ves a mujeres tiradas en las calles con niños en pésimo estado, lo he visto aunque no me paré, pero tomé fotos de ello, algo inhumano. Y también mucha gente con ropa agujereada y raída, a los que le solucionaríamos muy mucho la papeleta destinándoles esas bolsas de ropa que una avalancha de “organizaciones humanitarias” se empeñan en recogernos de nuestras casas con tantísima habitualidad y que no sé adónde llegan. Y gente ciega, mucha, tal vez en exceso, ya me comentaron que a causa, en la mayoría de las ocasiones, de enfermedades infantiles agravadas por la desnutrición, que con la suficiente diligencia podían haber sido curadas en su momento, pero ahora… No, no es “Las Hurdes” que nos reflejaba Buñuel hace ochenta años, pero es un país que tiene numerosas y dolorosas fallas en su estado del bienestar.

Pero Etiopía está creciendo, al ritmo de un 7% anual, que es mucho, lo que pasa es que la situación de partida es muy baja. Esto hace que se puedan apreciar muchos desequilibrios y una cierta desorganización urbanística. En Addis Abeba puedes ver la construcción de un magnífico edificio de veinte plantas, eso sí con unos rudimentarios andamios de madera, y al lado una chabola construida con paneles de madera y chapas. Igualmente encontraremos bastantes chalés con tremendas medidas de seguridad, pero el acceso se hace por una calle sin asfaltar y con basura a sus márgenes. La mayoría de las calles no tienen acerado, pero da igual porque la gente anda por todos lados, es como los pueblos pequeños en España donde todavía los vecinos ocupan toda la calle y tú en tu coche tienes que esperar a que pasen. Y es que Addis es un inmenso pueblo, pese a que tiene unos cinco millones de habitantes, otros dicen que siete, huele a pueblo, la inmensa mayoría de las calles me sugieren una aldea en cualquier serranía española más que una urbe de las dimensiones de ésta.

Tuvimos la fabulosa experiencia de adentrarnos con nuestro buen amigo Jose Galey en las entrañas de Addis, en sus barrios, donde la gente trata de resistir a la vida, y los niños son niños aunque con menos, y la gente tiene siempre una sonrisa para esos blanquitos que nos habíamos colado en su pequeño mundo. Y además paseamos con seguridad, como lo hicimos siempre en esta ciudad, más segura con toda certeza que el centro de Madrid, por ejemplo; jamás tuvimos el más mínimo problema, la gente es humilde, pobre pero muy honrada.

Y también hay coches, coches fabulosos y otros que se caen a pedazos. Sí, muchos coches, porque el etíope parece vivir con la obsesión de tener un coche, una parte importante de la vida de los ciudadanos de Addis se dedica al coche. Vale, están los nuevos, coches europeos o japoneses de alta gama, pero son los menos, yo diría que en torno al 5% del parque automovilístico, y luego está el grueso que lo componen unos vehículos que tienen una media de edad superior a los veinte o veinticinco años y donde la cuota de mercado principal la ostentan los Lada rusos y los Toyota nipones. Con unos coches tan antiguos la búsqueda de piezas originales es una odisea, y hay empresas que clonan las piezas. Los coches están de chapa regular, de interior también, de ruedas (goma en amárico) peor, y todas las inversiones del conductor se dedican a que funcione el motor.

Y ahora nos montamos en un coche, tapizado y retapizado de una forma un poco hortera para los gustos occidentales, y nos adentramos en la selva del tráfico rodado de Addis Abeba, una auténtica experiencia emocional no apta para corazones débiles. Cientos y yo diría que miles de coches se arraciman en torno a las calles principales, donde la ausencia de semáforos, señales y agentes de la autoridad es seña de identidad, y lo que podía constituir un caos verdadero, se convierte en un caos organizado. Puedes estar algunos minutos en un cruce donde se ha formado un bucle con coches mirando a los cuatro puntos cardinales, la gente protesta sosegadamente desde las ventanillas de sus vehículos, algunos pitan, y al final cuando han pasado unos minutos, por propia inercia de algún conductor que decide que ha llegado el momento, echa marcha atrás, esquiva a otro o se aparta un poco y se deshace el atranque.

Me comentaron allí que no tenía sentido poner señales de tráfico o semáforos porque nadie los respetaría. A los guardias urbanos que alguno hay, pues tampoco les hacen mucho caso y algunos opinan que atrancan el tráfico en vez de ordenarlo. Yo quise aportar mi granito de arena, y a algún taxista le comenté que la solución sería poner rotondas, no es la quimera para los accidentes pero optimizan el tráfico y evitan los choques frontales; a lo que me contestaron la mayoría que al final cada uno tomaría la rotonda por el lado más corto y que mejor le conviniera, con lo que la empanada de coches podría ser monumental.

Por cierto y para los que van por ahí de cultos y modernos europeos, he de decir que el nivel de inglés de los ciudadanos de Addis es más que bueno, especialmente en la gente que se dedica a los servicios (que son muchos), o sea, hoteles, tiendas, restaurantes, taxis…, por supuesto, mejor que el mío y que la mayoría de los españoles que tenemos el nivel del colegio y del instituto, o sea, ninguno.

Si alguien ha pensado que viajar a Addis Abeba es para visitar su patrimonio arquitectónico y monumental se equivoca, ya que la capital etíope es muy joven, tiene apenas ciento veinticinco años de historia que se cumplen precisamente este año 2012. Por tanto, cualquier guiño a su pasado tiene una retroacción muy limitada; tal vez alguna plaza con monolitos poco vistosos, muchos mensajes de la historia reciente, sus emperadores, sus regímenes totalitarios que masacraron a muchos ciudadanos y algún que otro museo que merece la pena visitar.

Precisamente alrededor de las plazas Arat Kilo, Amist Kilo y Sidist Kilo (literalmente Cuatro, Cinco y Seis Kilos, y que nadie me supo explicar el nombre y a todos los que pregunté bromeaban con alguna chufla como que eran cuatro kilos de carretera…), se puede ver el bullicio, la vida y el caos controlado que se vive en esta parte del mundo.

Por supuesto, no podemos dejar pasar la oportunidad de visitar una iglesia cristiana ortodoxa. Los etíopes son muy fieles y la devoción con la que se acercan a sus templos es conmovedora. Tal vez es lo que mejor se mantiene en un país donde no hay abundancias.

Resulta curioso pero lógico por otra parte que con estos atractivos Lonely Planet un referente en las guías de viajes, haya elegido a Addis Abeba entre las diez ciudades del planeta que recomienda visitar durante el año 2013, ahí es nada.

Otro de los puntos de atracción en Addis es su vegetación, muchos pueden asociar Etiopía con un país árido y sin lluvias, con tierras estériles, lo que genera hambrunas y pobreza, pero puede que ocurra en algunas zonas de este enorme país, que es el doble en extensión que España, no en la capital, donde el clima es tropical y las temperaturas se reducen porque se sitúa a más de 2.300 de altitud de media. Toda planta crece con desatada fuerza y el verde y las flores alientan el caminar del viandante; plantas que por cierto son todas las que tenemos en nuestros hogares, pues no encontré grandes sorpresas en los jardines etíopes.

Qué duda cabe que ir a Addis Abeba y no visitar alguna de sus zonas de compras es casi un pecado, el Merkato, la Piazza, Shiro Meda (subida a Entoto) o Post Office pueden ser algunas ideas, nosotros optamos por las dos últimas y la verdad es que uno lo pasa mal, ya que hay que regatear por norma y nunca sabes si te engañan o no, o si estás siendo demasiado cruel con el comerciante ofreciendo un precio ridículamente bajo. Y sobre todo porque para regatear a uno le tiene que gustar y a mí no me gusta, porque uno espera que el comerciante sea honesto y te diga realmente el precio justo con el que él gana la parte que le corresponde y tú te quedas satisfecho, pero eso no es así de automático y hay que averiguarlo al cabo de un tira y afloja conversacional.

Para acabar, yo me quedaría con lo que expuse al principio, el atractivo de Addis son sus gentes, su bullicio, pasear y ver miles de caras, por cierto que encontrarte con alguna persona mayor, por ejemplo mayor de sesenta años, es casi un reto porque la edad media del ciudadano etíope está en torno a los cuarenta y cinco años, y llegar a una edad longeva en un país con tantas carencias es casi un milagro. Pero bueno, andemos y descubramos los monumentos de sus gentes, particularmente he de decir que como hombre que soy no puedo eludir que la espectacular y exótica belleza de muchas mujeres etíopes haría enloquecer a no pocos occidentales.

Y bien esto es Addis Abeba visto desde un humilde y atípico turista, además, para ser rigurosos con la pronunciación real del nombre de esta ciudad, la transcripción del amárico (idioma oficial y más extendido de Etiopía) es Addis Abäba, esa a con diéresis es una mezcla entre a y e, allí suena más Ababa que Abeba, en cualquier caso, la traducción al español es “Flor Nueva”; no puede haber nombre más evocador para una tierra tan sorprendente como maravillosa.

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