EL EXTRAÑO CASO DE LOS ÚLTIMOS VEINTE DUROS DEL REY

Tal vez el empezar esta entradilla teniendo al lado el anverso de una clásica moneda de veinte duros del Rey podría parecer oportunista, pero es que no voy a hablar del asunto que ha conmovido a nuestro país la pasada semana, y me reservo mi amplia opinión que no es desde luego buena.

Es más, si que aprovecho este artículo que ya tenía ideado “antes de los dolores”, es decir, antes de lo del elefante y la cadera, para quitarle un poco de hierro al asunto, básicamente porque una de las mejores imágenes que tenemos del Rey es la de sus monedas de peseta. La tan añorada y recordada peseta que tanto echamos de menos y que todos pensamos que, cuando desapareció y se introdujo el euro, fue cuando comenzaron a llegar los problemas a nuestro país.

Y voy a contar una historia curiosa de esta moneda que todos hemos tenido en nuestros bolsillos, la de veinte duros, aunque poca gente habrá reparado en el craso error mantenido durante varios años en su diseño y acuñación.

Permítaseme hacer un modesto ejercicio pedagógico, es bien sabido que la base de la organización del mundo a través de sus países, tiene aparte de razones históricas, un elemento muy poderoso para esa ordenación como es el idioma. El idioma es un factor segregador, por un lado, pero también permite aglutinar; de hecho, aunque en muchos casos naciones que tienen la misma lengua se han separado, también ha habido otras que se han unido, el caso más palmario es el de Alemania.

El idioma, pues, sigue siendo un factor que nos separa a todos los habitantes de este mundo. Lejos quedan los intentos por construir una lengua universal, el más famoso aunque casi anecdótico es el esperanto. Lo que sí hay que convenir y es muy evidente, es que todo lo que separan las letras, hay algo que todos manejamos diariamente y que nos une, ¿qué es?, los números. De algún modo, los números y las matemáticas unen a este planeta. La misma ecuación que un docente de ESO está poniendo a su alumnado hoy en España, se puede resolver de la misma manera y con el mismo resultado en Bolivia, Nueva Zelanda, Zambia o Singapur, todos la entienden.

Entonces podemos decir que los números son el idioma universal y esos números son, sin temor a equivocarnos, nuestra tabla de salvación cuando vamos a otro país del que no estamos nada avezados o si acaso chapurreamos un poquillo su idioma. Nos puede ayudar bastante para ir a un supermercado, saber lo que valen las cosas, ir a la caja y pagar mirando el visor, sin necesidad de mediar palabra con el dependiente. Te sacas obviamente tus monedas y tus billetes que vienen con el número puesto y que tú ya te has familiarizado con ellas.

Sin embargo, ¡ojo!, me temo haber dicho con demasiada ligereza “tus monedas y tus billetes con el número puesto”. Sí porque no hay mayor error, mayor falta de tacto y un máximo desconocimiento de lo que he comentado antes, de que las letras nos separan y los números nos unen, que hacer un billete o una moneda en donde todo sean letras y no aparezca un número por ninguna parte.

Si alguno ha viajado por algún país es posible que se haya encontrado con monedas y billetes con este problema, y quizá se haya entendido esto como un problema nimio o un mal menor; puede ser así, también eso es porque la mayoría vamos a países occidentales que utilizan el alfabeto latino, y puedes entender lo que se dice en francés, alemán, inglés, italiano... y a medida que vamos señalando idiomas nos daremos cuenta de que hay muchos idiomas que no tienen grafía latina, en Europa el más importante es el ruso con su alfabeto cirílico, pero en Asia no entenderíamos ni papa, y en países musulmanes no digamos.

Pero démosle la vuelta a la tortilla y si un japonés, un chino, un tailandés o un camboyano viene a España y se encuentra con que un billete o una moneda no tiene números, sólo letras, o sabe algo de nuestro alfabeto o tendrá que pegarse un tiro y mandar bien lejos al que se le ocurrió diseñar los dineritos en cuestión.

Y sí, en España hemos metido la pata algunas veces en este sentido, y el caso más flagrante por ser el último y en una moneda de uso muy común fue con los veinte duros del Rey que comenzaron a acuñarse en 1982. En la imagen que acompaña el inicio de esta entrada se puede ver el diseño del “arma del delito”, nuestros tradicionales veinte duros o 100 pesetas, puestos ahí en letra, sin cortarse ni un pelo; como decía aquel para qué queremos aprender un idioma, que los demás aprendan el nuestro, y así nos va. ¿Se puede ser más cafre? Voy a dejarlo claro, que cuando escribo 100, cualquier habitante de este mundo se hace la imagen mental de cien lo que sea, pero si escribo “cien”, muchos terrícolas no sabrán si me estoy acordando de su madre. Del mismo modo, que si en Japón o China, no colocaran números en sus billetes de yenes y yuanes, que los colocan, véanse la foto de los 5.000 yenes más arriba, no sabríamos lo que podría significar esta jerga incomprensible: ランス銀行主催のパネルディスカッションで述べた。欧州債務 y obviamente nos las veríamos y nos las desearíamos para pagar en esos países.

Pero bueno, es que puestos a ser cabezones hasta las últimas consecuencias, tamaño error en nuestra moneda de veinte duros, no quiso ser cambiado ¡durante toda una década!, hasta 1992 no salió el nuevo diseño con el número bien puestecito “100”, de forma inequívoca. Y después vinieron muchas otras monedas de veinte duros que mostraban diversos motivos tales como el Camino de Santiago, el Museo del Prado o la Biblioteca Nacional, pero jamás se abandonaría la indicación de la cifra.

Las acuñaciones modernas de moneda y las ediciones de papel moneda no olvidan esta máxima de la expresión del número, podemos comprobarlo gráficamente en nuestros euros, y así debiera ser siempre, pues para una cosa que nos une a todos los habitantes de este mundo, no parece de recibo que algunos países nos lo pasemos por el forro, y abandonemos esa sensibilidad, sentido común y un poco de idea que aconteció en este extraño caso.

En fin, más que nunca hay que concluir con el célebre “Spain is different”, ¡vaya que sí!

Comentarios