EL SENADO, ESA CÁMARA DE LOS HORRORES

Estaba pensando en titular la entrada asumiendo mi falta de originalidad, con una fórmula muy trillada, “El Senado en España no existe, son los padres”. Pero he optado por otra idea para significar lo mismo, ¿el Senado sirve para algo?, ¿se merecen los senadores nuestro ninguneo?

Resulta cuando menos curioso que tanto durante la campaña electoral como una vez conocidos los escrutinios de las Elecciones Generales, poco o nada se ha hablado de los candidatos y los resultados oficiales del Senado. Estoy convencido que la atención que se presta a Congreso y Senado por medios de comunicación o ciudadanos comprobando los resultados puede estar en un brutal 99 a 1.

Si hace años podía tener algún interés, o al menos es lo que yo percibí cuando iniciamos la democracia en España, y los senadores tenían tanta importancia como los diputados y veíamos sus fotos y los conocíamos, más o menos, por su presencia en medios de comunicación, mítines, etc.; ahora ya llevamos varios años planteándonos para qué sirve el Senado y, por ende, a qué se dedican nuestros senadores.

Esta maldita crisis ha contribuido a maximizar los defectos de nuestro sistema y sobre todo está dejando nuestra economía enormemente deteriorada. Esas cuentas del Estado que antaño nos hablaban de superávit y números verdes, ahora se han desnudado y todo el mundo gira su mirada a ver dónde está el derroche.

En estos últimos meses se ha mirado entre otras dimensiones, a los coches oficiales, las diputaciones, las obras faraónicas (aeropuertos en pequeñas ciudades, infraestructuras públicas abandonadas...), las televisiones autonómicas, dietas mayúsculas, uso indiscriminado de tarjetas de crédito públicas, subvenciones a la asociación defensora del canto de la tórtola coja malaya y, por supuesto, al Senado.

El Senado que es una cámara de representación territorial y que debiera ser un estamento revisor y decisorio a la vez de las actividades del Congreso de los Diputados, está en nuestro país realmente subordinado a este. Y la experiencia la tenemos en estos más de treinta años de Cortes Generales donde la capacidad de veto, freno y abordaje del Senado ha sido mínima, para muchos testimonial. Y estando como está todo, pagar los suculentos sueldos de algo más doscientos cincuenta políticos (los salidos en las Elecciones más los designados por las comunidades autónomas), se antoja excesivamente gravoso para nuestras arcas.

No contribuyen ni siquiera sus señorías a elevar su perfil y a dar buena cara ante la opinión pública, pues hace unos pocos meses tuvieron que poner intérpretes para que los políticos procedentes de las comunidades autónomas con lengua propia, pudiera expresarse en su idioma, o mejor, en uno de sus idiomas. Semejante absurdo ocurre cuando este país tiene cinco millones de parados, pero eso sí, es importante la traducción simultánea en un país donde todos hablamos español, para que nadie se sienta discriminado y chorradas de esas. Es algo absolutamente indigno y aberrante, si todos funcionáramos con un esquema tan absurdo este país no marcharía. Imagino que sólo se hace desde una situación de poder, de falta de respeto al valor del dinero público que es tanto como decir falta de respecto a la ciudadanía. Esto en mi pueblo tiene un nombre muy claro: DESPILFARRO.

Por cierto, que ya va siendo hora de que en este país se instaure el voto electrónico, porque en el Senado el recuento de votos es pesado, lioso e imperfecto, en definitiva, un coñazo. Y cuando digo imperfecto hablo con conocimiento de causa, pues en estas elecciones y en otras, he sido representante de la administración, y asisto al recuento de votos. Con eso de que puedes poner una cruz, dos o tres, los componentes de la mesa que se han pegado una paliza durante el día, que ya han hecho el conteo del Congreso (este suele cuadrar más fácilmente), tienen que armarse de valor para sacar las sábanas de inconfundible color sepia. Si se quiere hacer bien hay que ser muy meticulosos, pero todos están deseando terminar, incluidos los interventores de los partidos, así que se va con prisas, se cometen errores y estoy convencido de que en más de tres cuartas partes de las mesas electorales de España no hicieron un recuento de votos perfecto en el Senado, y es que en la mente de todos está la escasa importancia de esta Cámara (incluidos los interventores) y asumen fallos que, también es cierto, no afectan a los resultados finales.

He tenido la osadía y la rareza de mirar los resultados del Senado y puesto en comparación con los del Congreso, resultan algunos detalles bastantes sorprendentes. Si en el Congreso el número de votos blancos y nulos rebasa ligeramente los 600.000, entre los que integraremos indignados, apolíticos, antisistema y despistados, en el mismo día hubo 2.167.000 votos nulos y blancos al Senado, es decir, más del triple. Puedo reconocer que habrá gente que se haya equivocado, que el sistema de votos nominales, aunque fácil, hay personas que no se informan y no le entienden, pero esos más de dos millones de votos son un mensaje claro e inequívoco para nuestros gobernantes.

Indagando más en estos datos, esos votos no válidos al Senado representaron el 9% de todo el Censo electoral español, incluidos los que no votaron, y es más del doble de votos emitidos en este sentido en las Elecciones del 2008, donde votos nulos y blancos no llegaron al 4'5%. Es decir, es una nada desdeñable cifra de más de dos millones de personas, seiscientas mil de las cuales repitieron voto no válido en el Congreso, pero hay más de un millón y medio, que dijeron claramente no voto al Senado y si al Congreso, porque ¿para qué vale el Senado?

Se pueden hacer muchas cábalas sobre el sentido de votos nulos y blancos, pero los resultados al Senado son tan elocuentes y sorprendentes a la vez que alguien tendría que mirar el valor del voto de muchos ciudadanos que, sin duda, lo he hablado con mucha gente también, tuvo ese matiz de rechazo. Yo, sin ir más lejos, voté válidamente al Congreso y emití mi voto al Senado nulo y mi mensaje es que “elimínese de una vez o dótese de virtualidad al Senado”.

Claro que acudiendo a un viejo dicho, “echa la ley, echa la trampa”. En este etapa de recortes que ya tenemos y que se avecina, los que tienen que decidir sobre los mismos, personas con una renta muchísimo más alta que la media española, son los que menos quieren renunciar a sus derechos, nadie quiere mover el culo. Cuando se bajan sueldos los que menos sufren son los de abajo, si le quitas el 5% a un barrendero no es lo mismo que si le quitas un 15% a un ministro. El 5% de poco es mucho menos y el 15% de muchísimo sigue siendo muchísimo.

Y pasa o pasará lo mismo con la tan traída historia de la reforma de la ley electoral, ni PP ni PSOE van a querer reformar un sistema que siempre beneficiará a los dos, al ser partidos mayoritarios. Es la pescadilla que se muerde la cola, los minoritarios protestarán pero los mayoritarios no harán nada por cambiar la legislación, porque no tienen intenciones de perder cuotas de poder futuras, y creo que los ciudadanos estamos por el cambio. Por tanto, el Senado seguirá igual, porque los grandes partidos tienen el sueldo asegurado de más de doscientos de sus correligionarios.

Si se suprime el Senado, sus titulares están apañados, entiendo, o es que ¿el Senado es una especie de cementerio de elefantes, estómagos agradecidos o una cámara de los horrores en la que escuchar en un pinganillo cómo un intérprete me traduce del gallego? ¿Han decidido algo en toda su historia? ¿Qué nos cuesta a los españoles el Senado? ¿Cuánto gana un senador?, pero lo más importante ¿existe en realidad el Senado o son los padres?

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