CONCURSOS PARA SUPERDOTADOS Y CONCURSOS PARA ZOQUETES

Me da la impresión de que a no pocos de los que nos sentamos a ver tranquilamente la tele, nos sentimos atraídos por los concursos de perfil cultural. Eso de que pongan a prueba a los concursantes y a nosotros mismos acerca de lo que sabemos de un tema concreto o de cualquiera (la cultura general para que nos entendamos), suele dejarnos pegados a la pantalla, elucubrando que nosotros podríamos estar ahí, suplantando al concursante de turno, pues esta o aquella respuesta sí que la sabíamos y en el plató de televisión han fallado estrepitosamente.

Ahora bien, hay que advertir que en toda la plétora de concursos que hay y ha habido en las diferentes televisiones de nuestro país, también hay niveles, los hay para casi superdotados y, en el otro extremo, concursos para zoquetes.

Por irme al grano de lo que conocemos por cercanía, tenemos un clásico de TVE, concretamente en La 2, que es “Saber y ganar”, que lleva en la actualidad catorce temporadas consecutivas en antena, con un incombustible y “eternamente joven” presentador, Jordi Hurtado, que tiene 54 años y parece que sale cada día de una cámara criogénica para hacer el concurso y después vuelve a ella (por cierto, que corrió hará un tiempo, una leyenda urbana que decía que había muerto, y yo creo que es verdad, que el presentador realmente es un holograma de Jordi Hurtado hecho por ordenador). Y lo cierto es que es un programa entretenido que va variando el formato a lo largo del tiempo y resiste pese a tener un horario poco atractivo (a las 15.30 h., lo que viene siendo la hora de la siesta), y que compensa con un valor incuestionable: El fabuloso e impresionante nivel cultural de sus participantes.

Y, como digo, el formato a priori no debiera contribuir mucho a hacerlo llamativo, porque no hay más que preguntas de Jordi Hurtado, una voz en off (antes Juanjo Cardenal ahora Jordi Royo) y la colaboradora Pilar Vázquez, y respuestas de los concursantes, con un mínimo apoyo de alguna imagen. Debe haber un equipo muy cualificado por detrás que prepara las preguntas de forma concienzuda y que abarcan todos los temas posibles, y sorprendentemente a pesar de la dificultad de las cuestiones propuestas, hay concursantes que tienen un nivel extraordinario y que demuestran tener una vastísima cultura general, saben de actualidad, de historia, de música, literatura, arte, teatro, ciencia...

Ha habido en este programa grandísimos concursantes, verdaderos superdotados que nunca obtendrán el justo homenaje que merecen, ni siquiera el económico pues aunque algunos se han llevado suculentos premios a base de estar días y días acribillados a preguntas, hay lastimosamente en la tele otros programas concurso en los que con menos cociente intelectual y algo de suerte se pueden obtener en apenas una hora los mismos beneficios. Por cierto que siempre recordaré, por aquello del paisanaje, al maestro de escuela ubetense Alberto Sanfrutos que hace más de una década estuvo varios meses deleitándonos a mí y a mi padre por su extrema sabiduría.

No es gratuito pensar que detrás de este concurso hay una cabeza pensante muy bien amueblada, se trata del veterano director de programas de televisión Sergi Schaaf, que curiosamente también fue el creador de otro de los concursos de la tele que más me ha impresionado jamás, por lo mismo, porque la estrella era la fastuosa capacidad intelectiva de sus concursantes. Quizás alguno recuerde aquel concurso que presentaba una de las voces más singulares de nuestro país, Constantino Romero, y que se emitió de 1987 a 1992. En este formato, aparte de que los participantes tenían, cómo no, un gran nivel cultural, solían estar especializados en algún tema concreto. Recuerdo en una ocasión a un señor mayor cuyo tema estrella era “El Quijote”, y demostró saberse prácticamente de memoria sus dos volúmemes, ¡increíble!

Aquel programa se remataba con las “Superpreguntas”, eran tres y con tiempo límite, creo que tres minutos para cada una, las mismas consistían en averiguar una cuestión complicada para la que previamente habían tenido que resolverse otras pequeñas cuestiones intermedias que llevaban a la resolución final a los concursantes, para ello se valían de una fabulosa biblioteca repleta de enciclopedias y libros de consulta. La cuestión se planteaba aproximadamente del siguiente modo, se trata de un ejemplo que me acabo de inventar: “En una calle de un barrio de Londres hay una inscripción que alude a los caídos en la Batalla de X, esta se erigió en 18XX; en ese año a una milla de allí nacía un político británico que vivió entre 18XX y 18XX en una ciudad belga. En esa ciudad belga se creo en 17XX la Sociedad XXX, uno de cuyos dueños fue un afamado periodista, ¿cuántos hijos tuvo?” Lo sorprendente de las superpreguntas es que pese a lo rebuscadas que eran, había algunos concursantes que se saltaban algún paso sin tener que acudir a las enciclopedias ¡porque sabían alguna de las respuestas previas!

Y bueno, estos son dos patrones de programas muy buenos, de mucho nivel. Han existido y siguen existiendo otros de elevado perfil, también “Pasapalabra” está muy bien por ejemplo; los hay de un nivel medio, y luego existen otros concursos que bajo el paraguas de “cultural”, son más un espectáculo que otra cosa, donde como he dicho antes, una mínima cultura y mucha suerte pueden otorgar notables dividendos.

Precisamente en aquella época de “El tiempo es oro” había un claro ejemplo de programa “casposillo”, se trataba de “El precio justo”, presentado por Joaquín Prat (que solía reírse bastante de los concursantes y en su propia cara), concurso que se basaba en la supuesta habilidad de los participantes para conocer el precio de mercado de un sinfín de productos. En una noche con suerte algún tragapanes podía ganar una millonada (de pesetas), sin llegar ni de lejos al nivel intelectual de los competidores de “El tiempo es oro”, que no dudo que muchas veces se tiraran de los pelos pensando que se habían equivocado de programa.

Por desgracia, en la actualidad pasa lo mismo, existiendo programas pseudo-culturales en los que prima el espectáculo y las cifras apetitosas que se manejan más que el nivel de inteligencia y raciocinio de los concursantes. Esta pasada semana sin ir más lejos, vi como una chica, no sé en qué concurso, tenía que resolver un nombre como en el juego del ahorcado, donde estaban la mayoría de las consonantes y faltaban casi todas las vocales: “L_ _ N _ R _ O D _ V _ N _ I”, y la pista era “célebre pintor e inventor italiano”. La chavala en cuestión, un poco majadera, no ocultaba su incultura repitiendo que no lo sabía y que ni idea, ya que lo mejor era callarse haciendo como que pensaba, y no ofrecer un delirante espectáculo señalándose como una auténtica garrula del siglo XXI.

Proliferan otros concursos que parecerían ser culturales y que realmente no lo son, donde la parafernalia, la escenografía y la imagen del presentador son las estrellas del programa; y aquí se me viene a la cabeza el concurso “Allá tú”, con un formato bastante imbécil todo hay que decirlo, y donde los concursantes se prestan a hacer un poco el ganso, entiendo que obligados por la dirección del programa. Pero no lo olvidemos no es nada cultural, es pura probabilidad, suerte y no ser muy ambicioso para llevarte un razonable dinerito, de tal manera que un superdotado de “Saber y ganar”, no conseguiría mucho más éxito que cualquier mastuerzo.

Y, en definitiva, que me fastidia sobremanera que los concursos para gente de nivel no sean muchos, no otorguen grandes sumas de dinero, y otros donde se echa mano de unos mínimos conocimientos culturales para que algunos zoquetes con suerte se lleven el zurrón lleno a casa y, por supuesto, manteniendo su ignorancia y analfabetismo funcional por los siglos de los siglos.

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