ÁGUILAS, ESCONDIDA PERLA DEL MEDITERRÁNEO

Sorprende que, de algún modo, cuando uno visita Águilas (Murcia) una ciudad costera típica del Mediterráneo español, sus calles, sus plazas, sus bares, sus chiringuitos, aún no han sido profanados por la marea humana de la clase turista extranjera. Águilas permanece intocable, con sus reclamos en español y poco o ningún guiño a los guiris, y es que ya se sabe, uno a veces ha tenido que ir a la Costa del Sol o a Mallorca y lo pasa mal intentando hablar con el camarero que a duras penas conoce tu idioma, y es que eso te da que pensar y te sientes como un extraño en un lugar donde no deberías serlo.

Pero Águilas mantiene todavía ese sabor al turismo tradicional de familias españolas de clase media que disfrutan a manos llenas de las playas, pero al estilo que más nos gusta, el de la bolsa nevera repleta y el chiringuito bien cerca para avituallarse convenientemente. Y, por supuesto, con horarios “cristianos”, es decir, se empieza con el aperitivo nunca antes de las dos, para rematar sin que se sepa cuándo ha terminado el piscolabis y cuando empieza la comida, más allá de las tres y media, con la típica tortilla de patatas, filetes empanados y todo tipo de exquisiteces de la variada gastronomía hispana. Total que uno comienza a hacer la digestión cuando algunos extranjeros están asomándose a las terrazas de los paseos marítimos para cenar, ¿qué quieren que les diga? En mi tierra no se cena hasta las diez de la noche, antes de eso, en verano, es casi un sacrilegio.

Por eso Águilas sorprende, porque no ha sido descubierta por los extranjeros, y los que hay, pienso que son muy inteligentes, ya que son de los que no sacan los pies del plato y tratan de adaptarse a nuestras costumbres, y se ve que también disfrutan y que gozan con lo saludable de nuestros horarios, nuestra forma de ser y ese modo de afrontar el período estival.

Esta localidad murciana evoca un pasado señorial, con edificios singulares que le dan un aire neoclásico, seguro que por la influencia que tuvo cierto empresariado británico que se asentó en la zona a finales del siglo XIX, y que llegó para explotar los yacimientos minerales de la cercana Sierra de los Filabres. Águilas reforzó su condición de punto estratégico con la construcción del Embarcadero del Hornillo, una fabulosa obra de ingeniería que me impactó, es la foto que abre este articulillo, hecha in situ por mi cámara, y que sería construida por The Great Southern of Spain Railway Company Limited (la empresa concesionaria del trazado ferroviario Baza – Águilas), con la dirección técnica del ingeniero londinense Gustavo Gillman.

Ese legado se destila por las calles de su centro, edificios robustos (alguno necesita reformas y algunos una manita de pintura de vez en cuando) que proyectan largas sombras y que por un momento te transportan a aquellos días florecientes donde Águilas debió ser una bulliciosa ciudad de provincias, un poderoso centro de negocios, con esa amalgama de gentes venidas del Imperio británico y lugareños que verían transitar por sus tierras un torrente de riqueza.

Aquella fuente de oportunidades sucumbió y ahora sólo quedan las infraestructuras de lo que fue ese pasado. Águilas fue y sigue siendo una ciudad con un sector primario potente, pero también ha evolucionado hacia una ciudad de servicios donde el turismo goza de una muy buena salud. Da la impresión de que la localidad no se ha plegado a la especulación brutal de otras zonas de la costa española, quizá influido por ese freno natural que produce el hecho de que el turismo sea, por el momento, mayoritariamente nacional y en muy buena parte casi local; es de destacar, en este aspecto, el que muchos vecinos de la cercana ciudad de Lorca tengan en Águilas su segunda residencia.

Por otro lado, otro hecho interesante resalta el papel de esta ciudad y es que no ha perdido su esencia como sí le pasa a muchos lugares de costa, que han sucumbido a las exigencias de sus turistas y ya no se sabe dónde estás. En Águilas persisten y con solidez sus fiestas, sus costumbres, su cultura..., particularmente guapo de ver es su Carnaval, de lo más brasileño que he visto en España, pero muy dinámico, bien organizado y que vislumbra un tejido asociativo digno de admiración.

Y las playas, probablemente lo mejor de Águilas para disfrute de sus gentes, pero vamos a decirlo bajito que no se corra mucho la voz. Su configuración geográfica forma en su línea de costa, pequeñas bahías que han posibilitado a lo largo del tiempo la acumulación de arenas cerca de la orilla. Eso permite que, por un lado, puedas adentrarte en el mar unos cien metros sin que te cubra, para deleite de los más pequeños y, por otro, que toda esa zona de baja profundidad se caliente con más facilidad por el sol, con lo que las aguas tienen una temperatura muy agradable, casi caribeña. No es que haya visto todas las playas del pueblo, pero la de La Carolina me parece simplemente paradisíaca.

Y sus gentes abiertas y alegres como todo el sur de España, y no voy a caer en el tópico de decir que Águilas sea muy andaluz. Seguro que andaluces y murcianos tenemos muchos caracteres comunes. Uno se siente en casa, y quizá Águilas y Murcia tengan influjo de Andalucía, como Almería, Granada y Jaén lo tienen de Murcia, y lo mejor es ser ciudadano del mundo y quedarse con lo bueno de cada sitio.

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