OXIMESA Y EL MILAGRO DEL BALONCESTO

No es extraño que alguna mañana, cuando me dirijo a mi trabajo, a eso de las ocho menos diez, veo surcar las calles de Bailén una camioneta de la empresa Oximesa, dedicada al transporte y distribución de bombonas de oxígeno a domicilio para tratamientos sanitarios. Y no puedo por menos que recordar la singular historia de esta empresa que la ves por todos lados, que tiene una fenomenal implantación en Andalucía Oriental y que dispuso una vez de una dimensión deportiva a través de Club Baloncesto Oximesa de Granada, que llegó a militar varias temporadas en la Liga ACB.

Sin conocer en profundidad el intríngulis y las motivaciones que llevaron al dueño de esta empresa, José Antonio Murado, a conseguir un equipo que se codeara con los mejores de España, lo cierto es que esta es una más de las historias singulares de personas o entidades que son capaces de sacar a un conjunto deportivo de las catacumbas y colocarlo en los altares en unos pocos años.

Es una de esas historias de empresarios avispados y con visión de futuro que han sabido ver en el deporte, una vía para administrar adecuadamente y con eficiencia a clubes deportivos desde una perspectiva empresarial y por qué no, desarrollar en estos proyectos el potencial que los buenos empresarios tienen para la dirección de grupos humanos, presupuestos económicos, relaciones públicas…

Y todo ello sin desdeñar la magnitud mediática y promocional que tiene el deporte. Realmente no sé si fue la gallina antes que el huevo, pero la verdad es que antes de la existencia de ese club de baloncesto jamás había oído hablar de Oximesa, y desde aquel entonces rara es la semana que no veo algún vehículo de esta empresa circulando por nuestras calles o carreteras.

Como decía, buena parte de aquel milagro tuvo un nombre propio y es el de José Antonio Murado; el club como tal se fundó en 1979, desconozco si ya desde un inicio con este empresario granadino aunque nacido en Barcelona al frente; el caso es que este proyecto creció como la espuma, en apenas cuatro años ya se había aupado a la categoría de plata del baloncesto español, y tres temporadas le bastaron en aquella denominada Primera B para ascender a la ACB.

Aquel histórico momento ocurrió en la temporada 1986-87 y justo ese año 86 yo comenzaba mis estudios universitarios en la bella Granada. Tuve la fortuna de que mi tío, con el que vivía en dicha ciudad, trabajaba en un colegio que formaba parte de la estructura deportiva de Oximesa como conjunto de base. Al colegio le daban con cierta asiduidad invitaciones para ver los partidos de casa, y mi tío se acordaba de su querido sobrino, así me tiré las dos primeras temporadas de Oximesa en la ACB viendo bastantes partidos en el Pabellón del Polígono Juncaril en Albolote, localidad del extrarradio de la capital granadina.

Precisamente en ese detalle del recinto deportivo estribaba otra de las singularidades de este proyecto deportivo, y es que en esta historia que tiene mucho de personal, el mismo José Antonio Murado mandó construir su propio Pabellón, incrustado entre naves industriales, como si de un negocio más se tratara, el escenario perfecto para este sueño hecho realidad. Y, a fe que fue perfecto el lugar, porque sin ser demasiado grande la cancha, recuerdo que las gradas eran altas y estrechas, con lo que parecía que estabas encima de la pista. A eso había que unir la ruidosa afición granadina y, por supuesto, la alboloteña, porque realmente la cancha de juego estaba en su término municipal, que convertían aquel coqueto feudo en una auténtica olla a presión. De hecho, los sucesivos años que este proyecto, primero como Oximesa Granada y después como Puleva Granada, estuvo en la máxima categoría del baloncesto, la clave fundamental para mantenerse en la clase media de los equipos de la ACB fue el tener una cancha que era un fortín sin igual. Por cierto, que el Pabellón no podía llevar otro nombre que el de su hacedor, José Antonio Murado.

Imagino que la trascendencia del fenómeno Oximesa, estribó en las ganas de José Antonio Murado y el haber estado bien rodeado en el apartado de la gestión técnica deportiva. Sí porque otro factor de enorme importancia para el éxito de este equipo se fundamentaba en una serie de jugadores nacionales que no eran grandes estrellas, pero que rendían mucho y muy bien; en este sentido, los gestores de Oximesa buscaban más jugadores de equipo, esforzados, luchadores, defensores de sus colores, que grandes figuras que podían desestabilizar el nivel del conjunto. Era un verdadero bloque por encima de sus individualidades y se podía disfrutar mucho viendo su juego, porque hacían muy buen baloncesto. Así recuerdo jugadores míticos como los hermanos Álvarez, Ibáñez, Clavero, Suárez, Criado…

Por aquel entonces, estoy hablando de hace unos veinticinco años, no existía la Ley Bosman, y los clubes de baloncesto y demás deportes sólo podían contar con dos jugadores extranjeros en sus filas, con lo que Oximesa trataba de rebuscar concienzudamente en el mercado para encontrar sus dos refuerzos en consonancia con el sólido grupo de nacionales que ya tenía y que tan buen rendimiento ofrecían, generalmente se requería un pívot y un alero - pívot. Y ese era el escenario habitual para la mayoría de los equipos de la ACB, es más por aquel entonces no era muy complicado saberse de memoria el nombre de la pareja de extranjeros (mayoritariamente de Estados Unidos) que había en cada equipo. Sí, en Oximesa también hubo acierto con los extranjeros, y así de primeras se me vienen a la cabeza el que fuera un ídolo en Granada, Larry Spicer, o los Joe Cooper, Danny Hartshorne, Goran Grbovic…

Así que pude disfrutar de ese proyecto de Oximesa y de ver a buenos equipos del baloncesto español durante sus dos primeras temporadas en esa categoría, algo hasta ese momento impensable para mí, pudiendo ver al Gin MG Sarriá, Clesa Ferrol, CAI Zaragoza, Breogán Lugo, Estudiantes, Cacaolat Granollers o Fórum Filatélico.

Justo en la primera temporada ocurrió un pequeño milagro dentro del gran milagro, corría la cuarta jornada de liga, y hasta ese preciso instante Oximesa sufría los avatares de un equipo recién ascendido, había perdido sus tres compromisos previos, dos fuera y uno en casa. Era su segundo partido en casa recibía nada más y nada menos que al FC Barcelona, que a la postre se proclamaría Campeón de Liga aquella temporada, y con un equipazo cuyos nombres hoy todavía nos asombrarían (Solozábal, Epi, Sibilio, Andrés Jiménez, Trumbo, Kenny Simpson, Wallace Bryant, Juanito de la Cruz, Ferrán Martínez…); pues como se puede imaginar el milagro consistió en superar al todopoderoso conjunto catalán por dos puntos de diferencia, 76 – 74, merced a dos tiros libres que anotó Larry Spicer en los últimos segundos del encuentro. Fue la sorpresa más sonada de aquella Liga 86/87.

En fin, me traía buenos recuerdos aquel Oximesa y he querido compartirlos. Ahora he oído por ahí que José Antonio Murado sigue siendo incombustible y que quería hacer un equipo grande de fútbol sala en Granada, pero esa es otra historia, desde luego nunca olvidaré aquel pabellón, ese equipo que me hizo vibrar y una afición que como si fuera una sola voz, fue capaz de ser un factor determinante para que el primer proyecto de baloncesto ACB en Granada durará más de un lustro.

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