"LOS OLVIDADOS", DE LUIS BUÑUEL

Se me había quedado pendiente en una entradilla pasada una pequeña reseña acerca del cine del genial Luis Buñuel. Es de ese cine que está constantemente lanzando mensajes, símbolos, críticas más o menos veladas. Es de ese tipo de cine que ves por la noche y te vas a la cama rumiando la plétora de información de gran calado que has tenido la oportunidad de recibir.

Me gusta ese cine que, de vez en cuando, en medio de un desarrollo lineal te lanza una descarga para que luego la medites. Los guiños surrealistas son una constante en la obra de Buñuel; siempre bien traídos y con la habilidad y el genio de este cineasta aragonés que curiosamente desarrolló su carrera fundamentalmente entre México y Francia, y que hacen de sus películas un género personalísimo, siempre saliéndose de los cánones establecidos.

Me voy a centrar en una película que sólo por su nacionalidad, mexicana, y por el momento en que se hizo, en 1950, no se considera una obra maestra, ni de las mejores películas de todos los tiempos, algo notoriamente injusto. Se trata de “Los olvidados”, una película, permítaseme la licencia, olvidada. Una película hecha por niños pero sólo apta para mayores y con reparos, por la dureza de la misma.

De hecho, me viene al recuerdo una de las diez mejores películas de la historia cinematográfica, según la mayoría de los críticos, como es “Los 400 golpes” de François Truffaut, de una temática similar, pero hecha en Francia y casi diez años después, en la que se narra las vicisitudes y transgresiones de un niño casi adolescente ante la terrible realidad de una vida que deja de ser esa nube placentera de la infancia. Después de haber visto este gran filme francés, este largometraje de Buñuel no tiene nada que envidiarle.

En “Los olvidados” se narra la historia de un grupo de niños y algunos adolescentes de zonas marginales de la gran capital mexicana, que tienen que ganarse la vida haciendo gamberradas, travesuras..., yendo de aquí para allá, pero como si todo fuera un juego, una diversión para seguir adelante y para evadirlos de un entorno sin futuro.

Poco a poco la historia se va centrando en Pedro, como ha ocurrido y siempre ocurrirá este niño tiene malas juntas lo que le abocará a un terrible destino. Pedro se junta con el Jaibo un adolescente recién salido del correccional que lo enviará a un callejón sin salida.

La película no deja lugar al respiro, es más, es absolutamente asfixiante; Pedro va desintegrándose sin remedio, sin que nadie pueda evitarlo, ni la sociedad, ni su madre de la que sólo espera un mínimo gesto de cariño, ni las autoridades, ni sus amistades. Se ve inmerso en un laberinto en el que la única salida posible es trágica.

Es una aventura sórdida hacia el abismo y una crítica perfectamente ideada y perfilada hacia una sociedad que no ha cambiado mucho en estos sesenta años. Una sociedad en la que los ricos son cada vez más ricos, y los pobres son más pobres, donde sin duda la brecha es muy amplia, con poca conexión entre ambos mundos, ambos se desconocen, y de algún modo, ambos se odian.

No, no tiene un final feliz, es el peor de los finales, te deja agitada la conciencia, te produce angustia, te asalta la desolación. La historia evoluciona hasta la mayor tragedia y uno no puede eludir un sentimiento acongojado en el corazón.

En fin, ya sabemos como es el cine de Buñuel, no deja títere con cabeza, no es políticamente correcto, era transgresor y sus historias podrán gustar o no, pero son diferentes. Tuvo además la tremenda osadía de burlarse de las autoridades franquistas en lo que ha sido uno de los mayores fiascos de este régimen, cuando invitaron en 1961 a este director a realizar una película en su propio país, pensando que su halo de excelente cineasta serviría para relanzar propagandísticamente a la sui generis dictadura española. Y el aragonés puso en un brete a este régimen, ideando la polémica Viridiana, con una crítica social bestial que el Gobierno de Franco, con la aprobación de la Santa Sede no pudo soportar, por lo que la película que estuvo prohibida durante muchos años en España y que es de obligada visión como esta de “Los olvidados”.

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