EL AJEDREZ, ¿UN DEPORTE EXTRATERRESTRE?

¿Qué decir del ajedrez? Sin duda, el juego de mesa por excelencia, que ha sido elevado a la categoría de deporte ciencia y, desde luego, sus practicantes están considerados a todos los efectos como deportistas.

No obstante, aunque estamos ante el juego más conocido del mundo y que un porcentaje muy alto de la humanidad juega o ha jugado alguna vez, o al menos sabe cómo se mueven las piezas, los que se dedican a la alta competición son una especie poco común.

Puedo referir esta última frase tan tajante porque como persona nacida y criada en Linares, una de las capitales mundiales del ajedrez, y buen aficionado a este deporte he tenido oportunidad de ver a un amplio elenco de jugadores, desde las grandes figuras hasta los que malviven acudiendo a torneos menores para financiarse el ir a otro torneo, y así sucesivamente. Sí porque aparte del famoso Torneo de Linares y el haber podido contemplar cómo paseaban por sus calles las estrellas de este deporte, también se celebraba antes un torneo tipo “open”, y hace unos años también tuvo lugar allí el Campeonato de España que igualmente tuve el gusto de presenciar.

Sí, siempre me ha parecido que los jugadores profesionales de ajedrez eran un poco raros; la verdad es que en un deporte de tantísima concentración y gasto de neuronas (por cierto, para quien piense que no es un deporte, la mayoría de los jugadores de élite están delgados, porque se consume mucha energía en una partida que puede durar varias horas), algunos pueden terminar tocados, con tics algo extraños, con conductas infrecuentes y con formas de vestir algo extravagantes, e incluso desaliñados. No obstante, en los grandes torneos, aquellos a los que acceden sólo los mejores, los que viven bien de esto, se les aprecia una cierta distinción, cuidado en el vestir, cordiales relaciones con la prensa y, de algún modo, equilibran la balanza de la normalidad.

Bueno, hecho este preámbulo, me ha apetecido esta semana hablar de ajedrez por dos hechos significativos que han sido actualidad estos días. El primero han sido las recientes declaraciones del Presidente de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE), Kirsan Ilyumzhinov, que había calificado a este juego como una creación extraterrestre; y el segundo por la celebración en Rusia, más en concreto en Janti-Mansisk de la Olimpiada de Ajedrez 2010, la mayor competición mundial por equipos de este deporte ciencia que se celebra cada dos años.

Bastantes medios de comunicación se han hecho eco de las palabras de Ilyumzhinov, para mofarse o hacer sorna de esas confesiones tan fuera de tiesto. Pero creo sinceramente que una cosa llevaba a otra. Este señor, multimillonario él y Presidente de una pequeña república rusa (como una provincia en España), la de Kalmukia, no tiene ni un pelo de tonto; y estoy convencido de que quería llamar la atención acerca de la celebración de la Olimpiada y, en consecuencia, de que se hablara de ajedrez en estos días, un deporte que no atrae masas. Por otro lado, tenía prácticamente asegurada su reelección como, como así ha sido, en el Congreso que paralelamente se ha celebrado durante esta Olimpiada, así que de paso se hacía una publicidad gratuita.

A mí particularmente no me gusta cuando alguien se apoltrona en el poder, porque termina creyéndose que el cortijo es suyo, y a este hombre le ha pasado, ya que es Presidente desde 1995 y lo que quede. Y es que el ajedrez como cualquier manifestación humana, no está exenta de polémica y de luchas intestinas. Y sinceramente creo que Kirsan ha contribuido a que haya más disensiones y enfrentamientos.

Particularmente algo que le achaco es que el ajedrez ha perdido el brillo, el espectáculo y el interés que despertaba hace apenas veinte años. Todo el mundo recordará los enfrentamientos por el cetro mundial de los prohombres contemporáneos de este deporte, Karpov y Kasparov. Sus partidas llegaban a echarse en directo en la televisión, o se hablaba de ellas en los telediarios, y hasta algunos medios de comunicación buscaban una infundada mala relación entre ambos, más allá de la fuerte rivalidad competitiva que es innegable que siempre tuvieron. También fueron célebres las sesiones de partidas entre Kasparov y el ordenador Deep Blue, ganó este último aunque siempre se sospechó que la máquina podía haber tenido unos ayudantes muy humanos.

Kasparov anunció su retirada hace unos años, entre otros detalles por desavenencias con la FIDE; Karpov fue perdiendo fuelle, pues era bastante más mayor que su adversario. Con ellos dos se fueron los dorados años del ajedrez que a todos, en algún momento, llamó nuestra atención.

También aquella fue la época en la que el periodista de ajedrez más conocido de la historia de nuestro país, un tal Leontxo García, muy característico por ser alopécico, se encargaba de hacer las crónicas de esas míticas batallas y presentarlo además con un toque muy personal y atractivo que provocaba el interés de la gente aunque la mayoría no supiera qué era la defensa siciliana o el gambito de dama. Tuvo el honor de haber dirigido una serie que emitió TVE sobre ajedrez, la única que yo recuerdo sobre este deporte, y que se titulaba “La pasión del ajedrez”, muy didáctica y que hoy es referencia en todas las escuelas de ajedrez de habla hispana.

El ajedrez tiene algo que sobrepasa la dimensión de cualquier otro deporte, y es que muchas veces las partidas se extienden más allá del tablero, no sólo porque se analizan después de celebradas; sino porque antes de cualquier cita tienes que estudiar más o menos al adversario. Y, sobre todo, lo más duro de todo es que tienes que estar toda la vida estudiando: las aperturas, el medio juego, los finales..., estar a la última con nuevas estrategias en definitiva; y los que dedican más tiempo, disponen de más talento y tienen la cabeza mejor amueblada pueden dedicarse a esto, porque lamentablemente muchos han perecido en el intento o han quedado tocados para toda la vida. Es decir, que Kirsan tiene razón a veces hay que ser un poco extraterrestre para dar tu existencia por esto y no perecer en el intento. Otro de los claros ejemplos fue el caso del campeón estadounidense Bobby Fischer, cuya vida ha estado plagada de un oscuro halo, susceptible de poder llevarse a una película de intriga.

Por esa dimensión que casi se mezcla el deporte con la propia vida de los ajedrecistas hay un catálogo de anécdotas casi infinito; especialmente simpática es aquella en la que un maestro fue a jugar a una prisión contra varios presos y uno de ellos consiguió coronar un peón (promocionar hasta la última casilla), el sujeto en cuestión le preguntó al maestro qué se hacía en este caso, a lo que este señaló que podía pedir (la pieza) que quisiera, entonces el preso apresuradamente instó a que le trajesen un filete.

Por cierto, que el balance de España en esta Olimpiada recién concluida ha sido muy positivo en categoría masculina, acabando en 8º lugar, que es un gran triunfo considerando que en el ranking de partida era la 16ª selección y cuatro de los cinco seleccionados españoles han conseguido subir en su puntuación Elo (sistema que otorga o quita puntos en función de las partidas jugadas y de la fuerza del oponente); y regular para nuestras féminas que han ido de más a menos en el torneo, y han acabado en la trigésimonovena posición, catorce puestos por debajo de su ranking inicial.

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