DE BULOS, LEYENDAS URBANAS Y DEMÁS SUPERSTICIONES

Cada cierto tiempo recibo en mi correo electrónico algunos archivos de esos tipo “cadena” que tienes que mandar a una decena de contactos para que, luego, se traduzca en suerte para ti y tu familia, o para que caigas en la desgracia más absoluta. Leo con cierta curiosidad estos mensajes pero, lamentándolo mucho, yo soy de los que corta esas cadenas, soy así.

Esto viene a colación porque a lo largo de la vida de una persona de mediana edad como yo, se puede asistir a innumerables acontecimientos que entran en el terreno de la superstición, el bulo, la leyenda urbana...

Prácticamente desde que tengo uso de razón se han venido sucediendo anuncios acerca del fin del mundo. Una vez recuerdo en mi época colegial que una tribu hindú lo anunció a bombo y platillo para un día concreto, y Radio Nacional de España no paró de repetirlo; hasta mi madre nos mandó a mi hermano y a mí, a misa un día particular para estar a buenas con Dios. Más reciente fue el de 1999, cuando con ocasión del eclipse solar, que en nuestro país cubrió cerca de un 80% del astro rey, algunos visionarios se atrevieron a vaticinar el caos de nuestro orbe, entre ellos el modisto – listo Paco Rabanne. Después tendríamos con el Efecto 2000 otra corriente catastrófica que quedó en fiasco. Y no recuerdo cuándo pero también en varias ocasiones, sesudos científicos han alertado de las terribles consecuencias de la alineación de los planetas.

Por supuesto, lo último que conocemos es lo que a través del calendario maya se ha escenificado en la película 2012. Pues, yo me atrevo a vaticinar que en el 2012 no se acaba el mundo, y me juego lo que sea, sobre todo, porque si me equivoco nadie me lo va a reclamar, al menos en este mundo.

Ni que decir tiene que si el pobre Nostradamus levantara la cabeza estaría retorciéndose de la risa por las interpretaciones más absurdas que día tras día se van haciendo de sus escritos. La verdad es que no sé cuánto escribió este hombre, ni me importa, pero parecería que redactó la Enciclopedia Británica, porque es que tiene predicciones para todo; o lo que es más lógico, que hay siempre cuatro clarividentes dispuestos a sacar de contexto las escrituras de Nostradamus para augurios de lo más rocambolesco, como que la selección española va a ganar el Mundial, o que Zapatero traerá el hambre, la desesperación y la pobreza (juro que eso me lo han mandado en un correo electrónico hace unos días).

Entiendo que no es demasiado complicado, con los recursos divulgativos adecuados, generar bulos que a base de trasladarse por medio de macutazos de una persona a otra, terminan tornándose reales y es que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad.

Buena parte de esa engañosa estructura tienen las leyendas urbanas, de las que se podrían escribir libros y, de hecho, se han escrito, por señalar algunas, las primeras que me vienen a la mente: La explosión del pecho de Ana Obregón en un avión, la mujer de blanco que se aparece en la curva, los billetes impregnados de cocaína, el que auxilió al Rey en la carretera porque se le había averiado la moto, o estas dos geniales: la muerte de Bunbury el líder de los “Héroes del Silencio” (al parecer fue un experimento de un grupo de alumnos de Sociología de la Universidad de Zaragoza), así como la aparición del perro Ricky y su joven dueña en el programa “Sorpresa Sorpresa” (hubo gente que aseguraba a pie juntillas haberlo visto).

Lo sorprendente es que por más avanzados que estemos y por más medios que tengamos para comprobar la veracidad de algo, los bulos siempre seguirán existiendo. Que mi madre me colocara bolas de alcanfor en los bolsillos cuando aquella historia del síndrome tóxico del aceite de colza, o que me dijera que tuviera cuidado con el escupitinajo de la lagartija porque te podías quedar ciego; era normal hace más de treinta años, pero todavía seguimos dándole pábulo a nivel global a ciertas creencias que, además, vienen dirigidas desde los que nos gobiernan... A mí lo de la Gripe A y todo lo que se ha movido alrededor, me ha parecido una de las leyendas urbanas más grandes de la historia, amparada por las instituciones.

Por cierto, y para terminar, soy bastante incrédulo, no creo en los extraterrestres ni en que haya una civilización más avanzada que la nuestra, porque sino yo me pregunto, porque no están aquí ya. Al igual que jugar con el tiempo es una utopía y jamás se inventará la máquina del tiempo, porque de otro modo, ¿por qué no hemos visto a gente del futuro entre nosotros?, ¿o es que se esconden muy bien?

En fin, no hay nada de que preocuparse, ni del fin del mundo, ni de que el móvil que llevas en el bolsillo pueda provocarte impotencia, porque hay espacio para la redención, y es que “Dentro de cien años todos calvos”.

Comentarios

CPB ha dicho que…
Efectivamente, amigo, de bulos andamos sobrados... ¡ay!, si en vez de "crear" tantos bulos fuesen recetas para acabar con la crisis y similares.... Yo estoy contigo, pues también soy de las que rompo esas cadenas tan "fabulosas"; es más, me fastidia cada vez que recibo correos de este tipo.
Pedro Manuel Martos Jódar ha dicho que…
Sí Ceci, lo peor de todo, es que la vida en sí ya te ofrece demasiados malos momentos como para pensar que una ridícula cadena es la causante de ello.